Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl sol de la mañana apenas comenzaba a calentar los callejones estrechos y polvorientos de los arrabales de Menfis. Nefertari, envuelta en una capa sencilla y con el rostro cubierto por un velo discreto, se movía con cautela entre la multitud. Baketamon la seguía de cerca, con sus ojos vigilantes. Era una visita secreta, un escape necesario de la asfixiante formalidad del palacio. Nefertari buscaba un tipo diferente de consuelo, uno que no se encontraba entre las paredes doradas de la corte.
Finalmente llegaron a una pequeña casa de adobe, modesta pero limpia, con hierbas secándose colgadas en el umbral. Era la morada de Amunet, una anciana curandera del pueblo, una mujer cuya sabiduría era tan vasta como el Nilo y cuyo espíritu era tan sereno como el desierto al amanecer.Amunet las recibió con una sonrisa cálida—Querida Nefertari —dijo Amunet—. Sabía que vendrías. Tu espíritu está inquieto.Nefertari






