Capítulo 3

Irse de este mundo no es morir, es liberar el alma del infierno donde vivimos.

—Quédate en el ascensor, Julie, con la puerta cerrada, yo saldré para poder ayudar a Marcos y traeré a tus padres.

—¡Está bien! No quiero ser tampoco un estorbo en medio de la pelea. Ya estoy herida, necesito de alguna forma dejar de sangrar y eso solo lo lograré manteniéndome quieta.

—Gracias por entenderme.

Julie era bastante prudente y paciente cuando uno lo necesitaba.

Ayudé a que se sentara sobre el piso del ascensor y gritó una vez más, eso casi provoca que se me destrozaran los tímpanos, sí que tenía una potente voz, mi princesa. Le di un beso en la mejilla y ella solo se me quedó mirando. Tenía más de cuatro siglos anhelando un solo beso de ella, hasta que al fin hoy pude acercarme, sí que me sentía más fuerte, con la capacidad de matar hasta el mismísimo Lucifer si se me paraba enfrente.

—Abre las puertas, ascensor —exigí.

—Un momento, guerrero, hay dos demonios esperando por usted frente a las puertas. Apunté una flecha al lado derecho y una al frente a la altura que usted crea prudente, los herirá de inmediato —sugirió el ascensor.

—Gracias, eres muy amable —este tipo de tecnología, es más leal que los extintos perros —pensé.

Si fuera una sombra le daría un empujón amistoso por tan oportuno e ingenioso dato. Sostuve mi arco y sin más le dije:

—Abre ahora mismo la puerta… estoy preparado.

Y así fue, abrió las puertas y saltaron ante mis dos demonios, que de inmediato quedaron paralizados, porque mis flechas lo atravesaron en todo el corazón, con la espada los decapité y fui en busca de Marcos.

Él luchaba y estaba todo ensangrentado, se encontraba herido y a pesar de su gran tamaño se veía a punto de colapsar.

—¿Qué pasó mi compañero… no era que este lugar nadie lo conocía? —le pregunté en tono irónico y sonriendo.

—Cállate, no tengo tiempo para tus ironías... mejor lucha y ayúdame.

—Eso hago, malagradecido acaso no ves que ya he eliminado a cuatro de ellos —respondí, ya que mientras le hablaba decapitaba a dos Licht más.

—¿Dónde están las dos sombras que quedaban vivas?

—Han muerto... ¡cuidado atrás! —me gritó Marcos, pero era demasiado tarde, un demonio me atravesó con su espada y el dolor fue punzante, logré ver cómo salía la punta de la espada por mi estómago.

Me desmaterialice y le arranqué la cabeza, en un solo movimiento llenándome así de esa asquerosa sangre negra que ellos tenían.

—¿Dónde está el Rey? ¡Lo quieren a él! —exclamé mirando hacia los lados para ver si lograba localizarlo.

—Está por aquel pasillo —contestó Marcos señalando hacia su derecha, entonces continuó diciendo—, el cuida de la Reina, que está herida, la hirieron hace un rato.

—¡No, mamá, nooo! —gritó Julie, saliendo del ascensor— era un hecho, la princesa había escuchado lo que el guerrero había dicho.

—Maldición, Julie, te dije que te quedaras adentro —le grité y me acerqué a ella para derrotar a dos demonios que querían atraparla. Los eliminé en dos segundos. Miré a los lados y vi a Julie, corriendo hacia donde había señalado Marcos, así que corrí detrás de ella.

—Ya vuelvo, Marcos… arréglatelas solo.

—Gracias, como siempre, eres de buena ayuda —gritó en tono irónico Marcos.

Logré alcanzarla, pero era demasiado tarde, ella veía la horrible escena que estaba enfrente de nosotros.

El Rey estaba tirado sobre el suelo a un lado de la Reina, todos llenos de sangre y ambos estaban muertos.

Julie simplemente se desmayó. La sostuve acostándola sobre un sillón que estaba cerca y me enfoqué en tapar los cuerpos desangrados de los Reyes de la vista de cualquiera.

¡Qué situación! No podía creer lo que veía.

La noticia de estas muertes terminaría por desbordar la guerra, hasta en el lugar más escondido de la tierra. Estos Reyes eran los únicos que impedían que las sombras no terminaran por abandonar sus puestos y así defender a los humanos. Pero era un hecho... los humanos y demonios provocaron estas muertes y eso jamás sería perdonado.

—¿Qué pasó? ¿Dónde están los Reyes? —preguntó Marcos, entrando a la habitación.

—Están muertos —respondí en tono seco.

—¿Pero cómo? ¡Yo los dejé aquí y ambos aún vivían! Para este lugar nadie entró, si yo he estado luchando cuerpo a cuerpo en toda la puerta del pasillo para evitar que nadie entrara.

—No sé... no sé... qué ocurrió, pero la realidad es que están muertos y Julie por otro lado los ha visto, es por eso por lo que está desmayada. Tal vez algún demonio entró sin que te dieras cuenta mientras estabas con nosotros.

—Es posible... ahora ¿Qué haremos? —preguntó Marcos, pasándose una mano por el rostro y viendo el panorama de la habitación.

—No tengo la menor idea, solo sé que hay que salir de aquí... en este lugar no tenemos ya nada que hacer... que las sombras se protejan para que no hayan muchos caídos, es evidente que esta pelea logró su objetivo —señalé los cadáveres de los reyes—, que era matarlos y desestabilizar todo; la batalla la hemos perdido, así que hay que salir de aquí para proteger a la heredera del reino... a Julie.

—Tienes razón... salgamos de este lugar.

Esto era lo malo de vivir en tan enorme edificación, salir de allí nos traería más problemas que los que tuvimos para entrar.

—Ascensor, abre las puertas —grité apurado, llevaba entre los brazos a Julie, de la impresión aún no se despertaba.

—¿Qué hora es, ascensor?

—Son las siete de la noche, guerrero Rut.

—¡Bien, llévanos a planta baja de inmediato! —exigí impaciente. Marcos estaba algo inquieto y estaba sangrando. No mencionamos palabras en ningún momento. Al llegar a planta baja el ascensor nos dijo:

—Tres humanos muy armados los esperan… hay dos en la puerta principal.

—¡Ah sí! Pues ya se joderán —repliqué con malicia.

Tomé a Julie y la coloqué en brazos de Marcos y le pregunté al ascensor.

—A ver, sácame de una duda... ¿Las puertas de este ascensor son de acero?

—Sí, exactamente. Por otro lado las paredes están hechas de la misma forma que todo el edificio y están forradas de un fuerte concreto, situación que protege aún más las puertas de este ascensor.

—Bueno, usaré a una de estas chiquitas —contesté mientras sacaba una granada.

Marcos puso los ojos como platos y le sonreí.

—Las personas no cambian, seré el mismo destructor de siempre.... abre la puerta, ascensor, y ciérrala de inmediato, sube unos cuantos pisos y vuelve a bajar.

—Como usted diga, guerrero Rut.

El ascensor abrió un poco la puerta y lancé dos granadas. Inmediatamente se cerraron las puertas y subimos tres pisos. A los segundos se escucharon las dos potentes explosiones y el estruendo del edificio que parecía moverse.

—¡Bájanos! Esos desgraciados ya deben de estar bien muertos —proclamé disfrutando del hecho.

Al llegar a la planta baja. Salimos del ascensor y como era de esperarse el lugar estaba todo destruido.

—Vámonos, es de noche, ya repondremos fuerzas y seremos invencibles, aunque con la muerte de los Reyes, necesito que ahora Julie pronuncie las palabras para que me devuelva completamente mis poderes.

—Tienes razón. Vamos a un sótano que tengo en uno de los edificios que están a varias calles de aquí, para que la princesa se reponga y nosotros pensemos con cabeza fría lo que haremos —sugirió Marcos, mirándome con mala cara y a la vez lograba mostrar un poco de indignación.

—Bien, vámonos —le dije sonriente— ¡Bienvenido de nuevo al mundo de la guerra! —Me dije a mí mismo.

Al parecer la jodida vida se enfrascaba en no salir de este círculo vicioso de huir, asesinar y sobrevivir… necesitaba unas malditas vacaciones.

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