Capítulo nueve
Aferro mis brazos a la chaqueta que cargo puesta y froto mis manos con mi suéter ancho —¿Por qué tenía que ser a esta hora? —habló en voz alta —estúpido Neftali, me las va a pagar.
Saco mi móvil del bolsillo de mis pantalones de pijama y veo la hora.
Cinco treinta y cinco de la mañana.
Mis oídos captan unos pasos cerca provenientes de mi este y no tengo ni que voltear para saber de quién se trata.
—Hola —su tono de voz es suave —¿Cómo has estado?
Junto mis cejas y sonrío irónica —No sé si darte las gracias por salvarme de algo fuera de mi liga o no dártelas por lo que hiciste —me giro para quedar cara a cara —quiero hacerte una pregunta, Neftali.
—