“¡Señorita Lolita!”
Mark se acercó rápidamente a la cama. Allí se veía a Lolita tendida con el cuerpo arqueado. Sus rodillas estaban flexionadas y sus manos abrazaban su estómago.
Mientras tanto, sus labios emitían incesantemente un silbido similar al de una serpiente venenosa. También, un sudor frío como granos de maíz bro taba de su frente.
“¡Ssssshhhhh… ¡Arrrrggghhhh!”, el sonido parecía un gemido de dolor. Mark parecía en pánico.
“¿Señorita, qué le sucede?”
“Mi estómago…”, la voz de Lolita se vio interrumpida por el dolor que la atormentaba.
“¿Qué pasa con su estómago, señorita?”, insistió Mark, visiblemente preocupado y curioso.
“Me duele mucho el estómago, señor.”
Sin pensarlo dos veces, Mark se dio la vuelta y salió de la habitación para enfrentarse a su amo.
“Disculpe, señor. La señorita Lolita…”, Diego y Hans, que estaban cenando, miraron a Mark. La frente de Diego se frunció al ver la expresión de Mark.
“¿Qué pasa, Mark? ¿Dónde está Lolita?”, preguntó Diego, volviendo a con