POV de AdrianaHabía pasado noches en vela pensando en esto. Mi corazón ya no podía soportar el peso de la ansiedad, el miedo constante, y las cadenas invisibles que Diego había puesto a mi alrededor. Sabía que quedarme significaba seguir siendo una sombra de lo que una vez fui. Sabía que tenía que irme, aunque la idea misma me aterrara.Esa mañana, me levanté antes de que el sol saliera, con la determinación marcada en cada movimiento. Había empacado lo esencial en una pequeña maleta. No llevaba mucho: ropa, documentos, y un par de fotografías de los días en los que aún podía sonreír sin sentirme culpable. Cada zíper cerrado era como un golpe de tambor, recordándome que no había vuelta atrás.Mientras bajaba las escaleras de la casa, cada crujido de la madera bajo mis pies me parecía un grito de alarma. Mi respiración estaba entrecortada, y mi corazón latía con fuerza contra mi pecho, como si quisiera advertirme de lo que estaba por venir. Pero no me detuve.Llegué a la puerta princi
POV de AdrianaAquella noche parecía interminable. La soledad en mi habitación era sofocante, pero prefería estar allí que enfrentar de nuevo la mirada de Diego. Me sentía atrapada, no solo físicamente, sino emocionalmente. Cada palabra suya resonaba en mi mente, sus amenazas eran como cadenas que se apretaban más con cada segundo.Apenas había dormido. Mis pensamientos giraban en espiral, y mis ojos, enrojecidos por las lágrimas, estaban fijos en la pequeña maleta a un lado de la cama. Era el símbolo de una libertad que había acariciado, pero que ahora parecía un sueño lejano.“Eres mía, Adriana. Y siempre lo serás.”Sus palabras seguían repitiéndose como un eco cruel. La convicción en su voz me había estremecido, pero también me había hecho sentir una chispa de rabia. ¿Por qué? ¿Por qué él tenía que controlarlo todo? ¿Por qué no podía simplemente dejarme ir?No podía quedarme allí para siempre. Diego me observaba como un halcón, pero sabía que tenía que encontrar una forma de escapa
POV de DiegoLa tarde tenía un aire pesado, casi sofocante, como si el universo conspirara en mi contra. Estaba en mi oficina, revisando unos documentos, pero mi mente no lograba concentrarse. Algo andaba mal, lo sabía. Desde hacía días había un malestar persistente que no podía sacudirme, una sensación de que todo estaba a punto de desmoronarse.De repente, la puerta se abrió de golpe. Levanté la vista y ahí estaba él: Robert. Sus ojos eran dos llamas encendidas, su postura rígida, como si estuviera a punto de lanzarse contra mí. Cerró la puerta con un golpe seco y dio un paso hacia mi escritorio.—Tenemos que hablar, Diego —dijo con un tono que apenas contenía su rabia.Fruncí el ceño, desconcertado por su atrevimiento. Robert siempre había sido leal, o eso pensaba. Pero en ese momento, su mirada me decía otra cosa.—¿Qué pasa contigo? —respondí, apoyando las manos sobre el escritorio.Robert respiró hondo antes de hablar, como si estuviera tratando de controlar un torrente de emoci
POV de DiegoLa puerta se cerró detrás de ellos con un ruido seco que resonó como un eco en mi mente. Me quedé de pie en mi oficina, incapaz de moverme, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Adriana… se había ido. No solo físicamente, sino emocionalmente, espiritualmente. Podía verlo en sus ojos. Esa mirada llena de determinación y resentimiento. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que algo tan puro entre nosotros se convirtiera en cenizas?Mis manos temblaban mientras las llevaba a mi rostro, intentando recuperar la compostura. La furia y el dolor competían por el control de mi alma. Quería destruir algo, gritar, hacer que el mundo sintiera el mismo vacío que ahora me consumía. Pero, por encima de todo, quería traerla de vuelta. No podía, no debía, dejar que Robert me la arrebatara.Caminé hacia mi escritorio y golpeé con el puño cerrado sobre la superficie de madera. Una pila de papeles cayó al suelo, y el sonido de los objetos rompiéndose me dio una frágil se
POV de DiegoEl día comenzó con un peso extraño en mi pecho, uno que ni el café más fuerte podía disipar. Mientras me sentaba en el despacho de mi casa, rodeado de documentos y papeles que apenas podía procesar, mi mente estaba en otro lugar, o más bien, en otra persona: Adriana. Desde el momento en que se había ido, algo en mí había comenzado a fracturarse. No era solo el control que sentía que perdía; era la certeza de que cada decisión que había tomado para mantenerla cerca ahora se estaba volviendo contra mí.Mi abuela, sentada en el sillón frente a mí, me observaba con su mirada severa pero llena de sabiduría. Había sido testigo de mi vida desde que era un niño y siempre había estado de mi lado, incluso cuando yo mismo dudaba de mis acciones.—Diego, cariño —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. Sé que todo esto te duele, pero estás haciendo lo correcto. Adriana no entiende lo que es mejor para ella.Suspiré y aparté la mirada. Su apoyo siempre había sido incondicional, pero h
POV de DiegoEl whisky ardía en mi garganta, pero el calor no era suficiente para borrar la frialdad que se instalaba en mi pecho. Desde que Robert había irrumpido en mi oficina con su actitud desafiante, mi mundo había comenzado a tambalearse. No era solo por la forma en que habló de Adriana, ni siquiera por la furia contenida en sus ojos; era por lo que reveló sobre mi abuela.—Tu abuela me despreció desde el primer día que puse un pie en esta familia —había dicho Robert con una amargura que apenas podía contener—. Nunca fui lo suficientemente bueno para los Montenegro, pero a pesar de eso, he protegido este apellido con todo lo que tengo.Su confesión me golpeó como un puño en el estómago. Siempre había visto a Robert como una amenaza, un rival, alguien que quería arrebatarme lo que era mío. Pero ahora, por primera vez, lo vi bajo otra luz. Él no había intentado destruirme; al contrario, había soportado humillaciones en silencio mientras seguía protegiendo la familia.Tomé otro sor
POV de DiegoEl aire en la oficina se sentía cargado de una tensión insoportable. Desde que Robert había regresado con pruebas concretas sobre la traición de Nancy, las cosas habían cambiado. Yo sabía que algo no estaba bien con ella desde hace tiempo, pero verlo reflejado en documentos, en transacciones ocultas y en conversaciones grabadas, hacía que la traición fuera más real y más venenosa de lo que había imaginado. Sin embargo, lo que más me irritaba era que Robert fuera quien trajera esas pruebas.—Tienes que admitirlo, Diego —dijo Robert con su tono firme de siempre—. Nancy ha estado jugando contigo desde el principio. Ahora la pregunta es: ¿qué vas a hacer al respecto?Lo miré con desconfianza. Parte de mí quería agradecerle por haber destapado la verdad, pero otra parte odiaba el hecho de que fuera él quien me pusiera en esta situación. Había demasiada historia entre nosotros, demasiadas heridas abiertas que ningún pacto temporal podría cerrar.—No necesito que me digas lo que
POV de Adriana"La amante ambiciosa que destruyó a la familia De la Vega", "Elena López rompe el silencio y expone a Adriana", "El verdadero rostro de la mujer que causó la caída de Diego".Cada artículo, cada entrevista, cada comentario en redes sociales era una daga que se hundía más profundo en mi reputación. No podía salir a la calle sin sentir las miradas de desprecio y los susurros a mis espaldas. Me había convertido en el chivo expiatorio perfecto para todos los problemas de la familia De la Vega, y Elena lo sabía. Lo había calculado a la perfección.Pero si algo había aprendido en los últimos meses era que no podía seguir siendo la víctima. No iba a dejar que Elena ganara esta batalla. Tenía que limpiar mi nombre y demostrar la verdad. Y para ello, necesitaba aliados.Jean fue la primera persona en la que pensé. Sabía que ella tenía sus propios motivos para odiar a Elena. Su enemistad venía de años atrás, de una traición que Jean nunca había olvidado. Así que la llamé y le ped