Desde la terraza de nuestra casa, observaba el atardecer teñir el cielo de tonos anaranjados y rosados. Era uno de esos momentos en los que el pasado y el presente se entrelazaban en mis pensamientos, recordándome lo lejos que habíamos llegado. Diego estaba a mi lado, sosteniendo una taza de café mientras revisaba unos documentos de la fundación.Nuestra fundación. Nuestro sueño hecho realidad.Hace años, cuando decidimos crearla, jamás imaginamos que crecería tanto. Comenzamos con un pequeño grupo de voluntarios y hoy contábamos con cientos de personas trabajando por la misma causa: brindar oportunidades a los jóvenes de comunidades vulnerables. Pero sabíamos que llegaba el momento de dar un paso atrás y permitir que las nuevas generaciones tomaran el liderazgo.Diego interrumpió mis pensamientos con una sonrisa. —Adriana, mañana tendremos la reunión con los nuevos mentores. Creo que te encantará conocer a los candidatos.Asentí con entusiasmo. Durante los últimos meses, habíamos tra
La luz dorada del amanecer se filtraba a través de las amplias ventanas de nuestra oficina en la fundación. Diego estaba sentado a mi lado, revisando unos documentos con su característica expresión serena. Llevábamos años construyendo este sueño, ayudando a comunidades necesitadas, brindando oportunidades y esperanza. Pero sabíamos que llegaba el momento de dar un paso atrás.Sin embargo, justo cuando pensábamos que podríamos retirarnos sin sobresaltos, una nueva amenaza surgió. Un informe anónimo, cargado de falsedades, acusaba a la fundación de mala administración de fondos. La prensa se hizo eco del escándalo, y en cuestión de días, nuestro nombre estaba en boca de todos. Sabíamos que alguien, desde las sombras, quería socavar todo lo que habíamos construido.Respiré hondo, cerrando los ojos por un instante. Sentía la tensión en mi cuerpo, pero también la determinación de no permitir que este ataque destruyera nuestra labor. Diego tomó mi mano, brindándome el apoyo silencioso que s
POV de DiegoLas primeras luces del amanecer pintaban el cielo de un color naranja suave, mientras la ciudad comenzaba a despertar. Adriana y yo habíamos estado trabajando sin descanso durante días, organizando el esfuerzo de ayuda para los damnificados por el desastre natural que había azotado nuestra región. No solo era una cuestión logística, sino también emocional. Había algo en el aire, una sensación palpable de unidad que nos empujaba a seguir adelante.Desde el principio, habíamos entendido que nuestra misión no era solo entregar suministros. Era construir puentes, crear un sentido de comunidad, restaurar la esperanza en medio de la devastación. Adriana, con su enfoque decidido y su capacidad de organización, se convirtió en el pilar sobre el que muchos de nosotros nos apoyamos. Yo, por mi parte, trataba de ser la mano amiga, el oído atento para quienes necesitaban hablar. Los días se alargaban en noches interminables, pero ver cómo la gente se reunía, cómo surgían iniciativas,
Había algo especial en el aire, como si todo estuviera alineado para lo que venía. Adriana y yo estábamos a punto de llevar a cabo uno de los proyectos más ambiciosos de nuestra vida. Después de años de trabajo en la Fundación, de dar pequeños pasos hacia el cambio que queríamos ver en el mundo, habíamos decidido organizar una cumbre global. El objetivo era simple pero audaz: reunir a los líderes y organizaciones que compartían nuestra visión de un mundo más justo y equitativo. Sabíamos que no íbamos a resolver todos los problemas del planeta de una sola vez, pero creíamos firmemente en el poder de la colaboración. La idea era que al unir nuestras fuerzas, podríamos lograr mucho más de lo que cualquiera de nosotros podría hacer solo.La preparación para el evento había sido intensa. Desde las primeras reuniones en las que nos reuníamos con expertos en logística y relaciones internacionales, hasta los momentos de incertidumbre que siempre surgen cuando estás planificando algo tan grand
Era una mañana tranquila, casi perfecta, cuando recibí la llamada de Robert. No esperaba escuchar de él después de tantos años, no después de lo que sucedió entre nosotros. Sin embargo, allí estaba su voz, llena de energía y, curiosamente, de una cordialidad que me sorprendió. —Hola, Adriana. Soy Robert. Quiero verte, quiero hablar contigo y Diego. Tengo algo que ofrecerles. Mi corazón dio un pequeño salto, algo que no experimentaba desde los tiempos en los que nuestra relación era algo más que una amistad distante. Con Diego a mi lado, las emociones que Robert me provocaba se sentían como ecos del pasado, retumbando en mi mente y en mi pecho. Robert, el hombre que en su momento había sido tan cercano a mí, el hombre con el que compartí sueños y preocupaciones. Ahora, muchos años después, nos habíamos distanciado tanto que parecía como si ese tiempo nunca hubiera existido. Pero en su voz, podía escuchar una genuina preocupación y deseo de apoyo. La llamada dejó una huella en mí, y
POV de AdrianaEl calor abrasador golpeó mi rostro en cuanto descendí del avión. A pesar de haber investigado extensamente sobre el clima, nada podía prepararme realmente para la sensación de humedad pegajosa que envolvía el aire. Habíamos llegado a una nueva etapa en nuestra misión: abrir una nueva sede de nuestra fundación en un país en desarrollo, donde la ayuda era necesaria pero las dificultades eran incontables.Diego y yo nos miramos, compartiendo una expresión de determinación y expectativa. Sabíamos que este proyecto representaría un reto mayor que cualquier otro que habíamos enfrentado hasta ahora. No solo se trataba de llevar ayuda, sino de comprender una cultura diferente, integrarnos en una comunidad con costumbres y formas de vida completamente distintas a las nuestras, y, sobre todo, ganarnos su confianza.El primer día fue un torbellino de reuniones con líderes comunitarios y voluntarios locales. Nos recibieron con hospitalidad, pero también con una cautela evidente. N
POV de DiegoLa traición nunca viene de los enemigos, sino de aquellos en quienes confías. Esa era la lección amarga que Adriana y yo tuvimos que aprender aquella semana. Nuestra fundación, construida con esfuerzo y dedicación, había sido víctima de una filtración de información sensible. Datos financieros, estrategias de expansión, incluso detalles de los beneficiarios de nuestros programas, todo había caído en manos de nuestro grupo rival. La prensa no tardó en hacerse eco de la noticia, y las acusaciones comenzaron a llover sobre nosotros.El dolor de la traición se sintió como una puñalada en la espalda. Lo peor de todo era que había sido alguien de nuestro equipo. No un extraño, no un enemigo de afuera, sino alguien que había compartido nuestra visión, nuestro sueño de cambiar vidas. Cuando logramos identificar al culpable, una mezcla de ira y decepción se apoderó de mí.Adriana y yo nos enfrentamos a él en nuestra oficina, un lugar que alguna vez simbolizó confianza y unidad. Su
POV de DiegoAquí tienes la continuación de la historia con el capítulo en primera persona desde el punto de vista de Diego.El calor sofocante de la selva colombiana se pegaba a mi piel mientras seguía al líder de la comunidad por los caminos de tierra. Mis botas se hundían ligeramente en el suelo húmedo, pero apenas me di cuenta. Mi mente estaba atrapada en lo que veía a mi alrededor.Niños descalzos corrían entre las chozas hechas de madera y lonas viejas, sus cuerpos delgados reflejando la desnutrición. Mujeres hervían agua en fogatas improvisadas, sus rostros marcados por la fatiga. Y las casas… si es que podían llamarse casas… eran estructuras frágiles que no aguantarían otra temporada de lluvias.—Nos dijeron que vendrían, pero no lo creímos —dijo el hombre mayor que nos guiaba. Su tono era seco, su mirada llena de escepticismo.Antes de que pudiera responder, Adriana se adelantó.—No somos como los demás —dijo con firmeza—. No venimos por una foto o un discurso. Queremos const