CAPÍTULO 8
Aceptando la realidad
Eliana
Esta noche Juan David llega temprano a casa (contando con que temprano para él sería a poco mas de las diez de la noche), mientras que su hijo ya dormía y yo estaba en la ducha, al salir me doy cuenta de que ese hombre ya estaba profundamente dormido.
Me acerco a inspeccionarlo y llevaba puesto el maldito anillo nuevamente.
«Bien, dejaré pasar la ocasión porque parece estar cansado, pero mañana deberá explicarme que diablos es lo que ocurre con él y ese relajo que tiene con su alianza de matrimonio"»
Una vez más me quedé dormida y al despertar bajo a la cocina y veo a Juan preparando el desayuno.
Parece que se le ha hecho costumbre, o es su manera de disipar el sentimiento de culpa de lo que sea que esté haciendo en la calle.
—Nena siéntate, preparé unos huevos revueltos y tocino, tu desayuno favorito, hay pan en la mesa, una ensalada de frutas y tu café con leche como te gusta.
—¿No vas a desayunar con nosotros?
—No cielo, se me hace tarde, per