Sa Hi– llamó trémulo, temiendo encontrarse con la realidad.
Joon, acércate cariño mío— la reina a penas podía mantenerse despierta, está débil y agotada. Joon se acercó despacio, como temiendo destrozarle La Paz con cada paso que retumbaba en el suelo de madera; se agachó suavemente y deslizó con delicadeza su mano entre la de ella, una suave y tibia lágrima rodó por su mejilla y aterrizó en el enlace que hacían sus manos unidas. —perdóname, no pude protegerte, no pude protegerlos a los dos. Susurró. —oh amor mío, ya te había perdonado desde antes que sucediera nada. Trato de apretar su mano con el deseo de trasmitirle paz y sosiego. —El bebé, ¿cómo estás, dónde está?, preguntó Sa Hi con toda la premura de la que fue capaz. —Está bien, está sano, es hermoso y te lo traerán cuando recuperes fuerza; no te preocupes y descansa. —No, lo quiero aquí conmigo, no confío en nadie que no sea yo para cuidar de él.