8 Capítulo: "Derribando Al Enemigo"

El forcejeo comenzó, ella estaba tan asustada que no podía dejar de sentir su pobre corazón latiendo contra su pecho, avisando que en cualquier momento escaparía. Sus ojos estaban muy abiertos y trataba de soltarse como podía. Era imposible, él le ganaba en fuerza y peso.

Nunca antes ella pensó que viviría una situación similar, es así como ya temía lo peor.

—¡Déjate de una vez por todas! Eres tan preciosa y fascinante, no huyas, maldición —le exclamó con malicia y con la intención de besarla a la fuerza.

Ella, a pesar de estar atrapada entre su cuerpo, no se iba a rendir tan fácil, necesitaba salir ilesa de todo eso. Si no lo intentaba, terminaría marcada por ese pervertido, y eso sí que no. No podía permitirlo.

—¡Ayuda! Déjame, te lo suplico.

Casi cuando logró besarle, ella le dio una patada en su entrepierna, golpe que lo tumbó al suelo, él estaba soltando alaridos de dolor. Se lo merecía. Pamela corría hacia la salida, no podía quedarse ahí. Pero Chocó con un pecho duro que le impidió dar otro paso más.

Su corazón se detuvo y al verlo se puso a llorar, lo abrazó fuerte, como si de ello dependiera su vida. Oliver que había acudido en su ayuda, acarició su cabello con cariño.

—Todo estará bien, estás a salvo. ¿Dónde está ese imbécil? —cuestionó tomando su rostro.

Ella con la expresión fantasmal, se quedó impresionada. No se suponía que le había dicho a Oliver la razón por la que debía venir, pero él parecía ya saberlo todo.

—Yo...

—¿Tom sigue allí? —volvió a preguntar, alterado —. ¡Pamela, te estoy hablando!

"¿Cómo sabía su nombre?" Se preguntó la joven.

—¿Qué vas a hacer? —abrió los ojos de par en par al verlo apuñando las manos.

—Le daré su merecido a ese tipejo —apuntó adentrándose al apartamento.

Se quedó a la expectativa, irremediablemente no podía hacer nada, solo esperaba que no se le fuera la mano, que no cometiera una locura por su culpa. Sí, ella se sentía culpable por lo que pasó. El primer error había sido dejarlo entrar, tenía debió ser más inteligente.

De manera que ya Oliver estaba en el interior, gritaba sin parar su nombre, furioso por hacerlo trizas. No le importaba un bledo, nada en absoluto, solo tenía muchas ganas de hacer justicia por su cuenta.

Tom se llevó una enorme sorpresa al ver a alguien que podía ser su hijo, fornido, con ojos llenos de ira. Al mismo tiempo, le resultó familiar, pero no lo ubicó.

Ni siquiera dijo más, lo tomó por la camisa y lo estampó contra la pared, no recurría a la violencia, pero en ese caso se había visto en la necesidad de hacerlo. Ninguna mujer tenía que pasar por lo que su ahora esposa atravesó.

—¿Tienes idea de lo enojado que estoy? —respiró como un búfalo —. Se me retuercen las entrañas de solo saber lo que has venido a hacer a la casa de Pamela. Podrías ser su padre, me das asco.

El tipo era un cínico, lo miró y soltó una risotada como si nada.

—¿Y se supone que deba rendirte cuentas? No te conozco, apartate.

—En cambio yo te conozco muy bien —río a secas y él tipo pestañeó sobre él lleno de confusión, no entendía en absoluto a que se refería —. De seguro ahora estás confundido, pero yo sé perfectamente quién eres tú.

Y comenzó a darle puñetazos sin parar, ahora mismo no le importaba nada solo necesitaba vengarse de ese tipo que había ido allí con malas intenciones. Tom ahora se encontraba debajo de su cuerpo recibiendo cada uno de los golpes y en uno que otro momento intentó defenderse, pero la fuerza que tenía Oliver era demasiado. De manera que poco a poco ya se estaba resignando.

—Ya basta, por favor, no lo mates, Oliver. Detente por el amor a Dios —le pidió Pamela apareciendo rápidamente y tomándolo para que acabara con lo que estaba haciendo, ya era suficiente.

Y si lo dejaba golpear un poco más, podría matarlo. Ella no quería eso.

Oliver realmente no parecía satisfecho pero él decidió parar con la locura y darle chance a la cordura que de no recuperarla, lo podría condenar a algo peor.

—Pamela, no dejaré que se salga con la suya —le aseguró, sin dejar de mirar a ese hombre que estaba retorciéndose de dolor en el suelo después de semejante golpiza.

—¿Lo vas a matar? —le preguntó exhalando con rapidez.

—La policía se terminará de encargar, ya vienen en camino, los he llamado antes.

—¿Qué? Oliver te pueden arrestar por lo que has hecho —declaró petrificada y asustada porque eso pudiera pasar.

—Despreocúpate —dijo sin más y tomó su mano.

Ella se dio cuenta de que tenía los nudillos lastimados, llenos de sangre. Se inquietó mucho. Le preocupaba verlo herido y quería hacer algo para compensar lo que había hecho por ella.

—Tus manos...

—No es importante, vayamos a casa. No te quedarás aquí —sentenció llevándola a rastras al exterior —. Si te preguntas si debo quedarme, no es necesario, alguien más se hará cargo de todo, vamos.

—¿A tu casa me llevarás? Créeme que no es necesario—le dijo pero tenía la voz quebrada y él negó con la cabeza.

Sabía que no sería correcto dejarla allí, no después de lo que había pasado, así que por su seguridad lo más sensato era que se quedara en su casa esa noche.

—Créeme que no quiero una negativa de tu parte, no te dejaré aquí.

—Aguarda, ¿se supone que debo ir porque tú lo dices? Lamento que estés lastimado y agradezco que hayas venido, pero no sé supone que deba hacer lo que me dices.

Él expiró, estaba tratando de no alterarse de nuevo.

—¿Así es como le hablas a tu esposo? Porque ante todo somos marido y mujer, independientemente de cómo se hayan dado las cosas. Así que, hazme caso, Pamela —señaló mirándola con seriedad y ella ya no dijo más nada.

Él la dejó muda. Se expresaba como si su matrimonio fuera real y no una farsa.

Sacudió la cabeza. No quería seguir pensando en tonterías.

No tenía sentido.

...

Durante todo el trayecto a la casa de Oliver, la joven había estado perdida mirando por la ventanilla, todavía pensaba sin parar en lo que había pasado y también en lo que Oliver había logrado evitar, sabía que ese tipo pudo haberle hecho algo peor de no ser por la interrupción de Oliver, quien había llegado en el momento justo y la pudo salvar de las garras de ese viejo pervertido.

—Gracias —emitió de pronto.

—¿Por qué? Solo hice lo que debía hacer, te encontrabas en peligro y fui a ayudarte. Me deja tranquilo haber llegado a tiempo, eh —señaló mirándola de soslayo, posterior a eso se volvió a concentrarse en la carretera.

Pamela no dijo otra cosa, empezó a sentirse realmente mal al imaginarse en una situación peor. Y por eso para liberarse un poco, empezó inevitablemente a llorar, no le importaba que Oliver la escuchara o verse débil delante de él, solamente le urgía sacar lo que sentía.

Además de eso se unió la preocupación de que podría perder el empleo, ahora con lo que había pasado, era obvio que acabaría desempleada, ya no podría seguir como aprendiz en esa compañía que tanto le había permitido tener todo lo que necesitaba por su generoso salario.

Tal vez debía quedarse tranquila. Después de todo no era como si se tenía que preocupar por el dinero. Pero más a allá de eso, estaba su sueño en un hilo.

Oliver se sintió mal por ella. Así que al verla más calmada al rato, se llenó de alivio. Tampoco sabía cómo podía lidiar con todo, con sus emociones...

...

Pamela se permitió algunos minutos para observar al lugar de residencia de Oliver verdaderamente era algo impresionante, sabía que se llevaría una grata sorpresa pero una vez estando allí se dio cuenta de que la elegancia y pulcritud que desprendía cada centímetro de ese piso, no tenía comparación... parecían uno de estos sets de grabación donde todo era opulento.

Sí, tenía la vida de un millonario. Aún tenía esa tremenda incertidumbre colabora en la cabeza. No tenía idea de que era lo que hacía a Oliver para sostenerse pero sea lo que fuera le daba muchísimo como para permitirse un piso así de lujoso y moderno.

—Pamela toma asiento y haz de cuenta como si estuvieras en tu casa —expresó, pero ella en lugar de hacer lo que le pidió, tomó su mano.

—Déjame hacer algo por ti, por favor —pidió y Oliver suspiró.

—Solo permanece sentada, aún te ves tan asustada —le dijo acariciando su frente.

A ella se le quedaron las palabras atascadas en la garganta, siendo algo inesperado, no le quedó más remedio que sentarse en el sofá en forma de "L" ahora a solas, tras la ausencia de Oliver, la joven estaba aprovechando para ver más de su propiedad.

No había ninguna duda de que Oliver tenía buen gusto.

Ella reconocía que era un sitio precioso

Resaltaban el gris, arena o nude, elevando la belleza de la estancia. Diseño versátil que llenaba los espacios de sofisticación, además de mucha elegancia, aunado a eso, tenía un efecto tranquilizador en ella. Así lo percibió.

Lo que más le había llamado la atención a Pamela, eran aquellos cuadros colgados en la pared, pues le daban un toque especial al sitio además de adornar en todo su esplendor el salón.

En ese cómodo sofá se recostó, hasta sentirse somnolienta. Ya sentía que en cualquier momento terminaría durmiendose. Pero no fue así.

—Come un poco —le recomendó Oliver haciendo acto de presencia, mientras dejaba en el centro de mesa una bandeja repleta de comida nutritiva, incluso con un apetito voraz, la joven era consciente de que no podría comer todo eso.

Era demasiado alimento.

Al menos había tenido el bonito gesto de preocuparse por ella, así es como se lo tomaba y no como una simple acción de hospitalidad.

—Tus manos...

—Estoy bien.

—No es cierto.

—Sí, lo estoy, ya las he vendado.

—Lo sé. Debiste dejar que yo lo hiciera.

—¿Por qué? Solo come, iré a mi habitación, tomaré una ducha. Sí acabas antes, espérame. No me tardaré —había prometido y ella asintió con la cabeza sin más nada que decir.

Una vez más Oliver se retiró de ahí, y ella se quedó a solas, no tenía demasiado apetito, pero una vez había probado el primer bocado ya no podía parar de comer, es que todo estaba delicioso.

Comió todo lo que pudo, quedando al final satisfecha.

Oliver se estaba tardando un poco, en eso recordó que todavía no le llamaba a su madre. Y le marcó.

—¿Pam? Qué alegría que me llames, hija.

—Lo siento mucho mamá, se que has de estar un poco preocupada, eh —comentó con pesar —. Sabes que cuando tenga tiempo libre iré a verte y si no lo consigo me las arreglaré para poder ir y estar contigo. Me habría gustado darte la buena noticia en persona, pero lo haré ahora.

—Pam...

—Es en serio, he logrado conseguir un préstamo para cubrir los gastos de tu tratamiento y no me digas que ha sido una mala decisión, porque eres lo más importante en mi vida y si debo de estar endeudada el resto de mi vida a cambio de poder salvarte, lo haría una y otra vez —se apresuró en decirle y solo puedo escuchar el llanto de su madre al otro lado de la línea, nunca antes había deseado darle un abrazo y decirle que todo estaría bien.

—Me preocupa que sea mucho para ti, cariño. ¿Qué ha pasado con los ahorros?

—Yo...

Todavía no le contaba sobre lo ocurrido con ese dinero. Su madre ni siquiera sabía sobre su reciente ruptura.

—¿Pasó algo malo?

—Mamá, lo importante es que podrás iniciar con el tratamiento. Otra cosa que no te había comentado es que he terminado con Bruce.

—¿Qué? —se mostró impactada.

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