5. Capítulo: "La Farsa"

No era asidua al maquillaje, no tenía ese afán por usar en su rostro diversos productos de belleza, sin embargo, se esforzó por salir de su zona de confort y usar un poco más de lo solía. De solo abrir uno de los cajones en su habitación y ver la instantánea de ese día, se le congeló el corazón. Aún se estrujaba en su lugar, Bruce se portó tan mal con ella, aún así lo seguía queriendo.

Se secó las lágrimas. Perdió a dos personas, pero si miraba desde otra perspectiva, solo se deshizo de dos seres miserables en su vida. Gabriela y Bruce eran tal para cual. El karma les llegaría en cualquier momento.

Descubrió cuantiosas fotos más, que ya no guardaría. Las rompió y tiró en el cubo de la basura. Ahí pertenecían, en el olvido.

Le quedaba poco tiempo, milagrosamente pudo ducharse en unos minutos.

Se puso un vestido azul celeste sobre sus rodillas, convencida de que el blanco lo dejaría para su futura boda de verdad; se decidió por calzar zapatos cerrados de tacón. Finalizó haciendo ondas en su cabello.

Se divisó tan bonita, sin creerse estar a nada de atarse a un hombre por dinero.

—Lo haré por mamá —susurró mirándose en el espejo de cuerpo completo, antes de recibir una notificación en su móvil.

Oliver esperaba abajo por ella.

Subió de copiloto. Ahora sobria, compatir el mismo espacio que él, le era difícil.

—Te has esmerado, estás despampanante.

—¿Bromeas? No exageres.

Volver a verle después del día anterior, era un extra en su vida que se volvía necesario para conseguir estabilidad, sin embargo solo cerca suyo se encontraba en desequilibrio.

—Odio tomar del pelo a las personas, menos lo haría contigo. Hoy pareces una chica completamente diferente —añadió, y la miró de soslayo, sin dejar de prestar atención a la autopista.

—¿En qué sentido? De seguro piensas que soy irreverente o alborotada, no es así, me disculpo por cualquier tontería que haya soltado ayer —se apresuró en decir, él soltó una risotada.

—Sigues siendo interesante. No te preocupes —le guiñó un ojo.

Pamela se sonrojó, desvió su mirada, observando a través de la ventanilla todo el camino.

—¿Cómo es que alguien no ha querido ayudarte con lo del matrimonio? Digo, me atrevo a decir que debe haber una fila de mujeres a la espera de ocupar un lugar a tu lado —emitió al rato.

—Es fácil, cada una de ellas quieren mi fortuna, serían solo un estorbo para mí. A diferencia de ti, que solo estás dispuesta a hacerme un favor a cambio de la salud de tu madre. No querrás seguir casada conmigo luego del tiempo estipulado, yo tampoco. Cada uno obtendrá lo que necesita y se terminará.

Se quedó en silencio. Por supuesto que era de suponerse eso. No era necesario pensar demasiado, para darse cuenta de que era un tipo que no le gustaban los compromisos reales, además de que haría cualquier cosa por dinero.

—¿Falta poco? —consultó, el camino se le estaba haciendo eterno, tal vez solo eso creía ella.

—De hecho, hemos llegado, Pamela.

—Oh —se asomó por la ventanilla —. Al fin.

Cuando se volvió, ya se encontraba Oliver con algo en sus manos.

—Ten —le dio un sobre amarillo—. Certificados, constancias, documentos y absolutamente todo lo que necesitas, si me preguntas cómo lo conseguí... No hace falta decir que tengo muchos privilegios por ser tan importante. Vamos.

Así que se tomó el tiempo de averiguar mucho sobre ella. ¡El sobre contenía todo tipo de documentos de Pamela! otra en su lugar habría salido corriendo despavorida de ahí, pero no podía ser su caso.

Perpleja bajó del auto, lo siguió. Todo el proceso fue más rápido de lo que imaginó. Sintió la farsa creada por Oliver, en la que ella también estaba metida. Al momento de firmar el acta se dio cuenta de que sellaba su destino.

Oliver la tomó por sorpresa al darle un beso casto delante del oficiante y los dos testigos, a quienes compró también. No había duda de que aquel teatro resultó real ante el hombre frente a ellos.

Sin embargo los dos compartían el mismo objetivo, aunque en distintas magnitudes y causas.

—Felicidades...

Se mostraron agradecidos, siguiendo con la perfecta actuación, pasando desapercibidos. En su opinión, Pamela creía que Oliver merecía un Oscar.

Al final, salían tomados de la mano, pero ella se soltó cuando ya no era necesario fingir y nadie más los miraba. Sin decir nada subió al puesto de copiloto. Oliver la notó lejana de pronto.

—Pamela, ¿algo no te ha gustado?

—¿Por cuánto tiempo estaremos casados?

—No más de ocho meses, lo prometo —expresó suspirando.

—Umm, ya he cumplido con mi parte, ahora te toca a ti.

—Así es, pagaré lo de tu madre, mañana podrá iniciar con el tratamiento.

—Algo más, no quiero que ella se entere, de ninguna manera. Así que diré que ha sido un préstamo.

—No tengo problema con eso. Aguarda, tengo algo para ti —mencionó alcanzando una cajita en la parte trasera del auto.

Habría pensado que era un anillo, de no ser porque era una caja grande. Él la abrió ante ella. No se lo podía creer.

—¿Qué significa esto?

—Son las llaves de una casa, ah, revisa tu móvil, te llegará una transferencia con el dinero.

—¿Qué? Ya tengo una casa, Oliver.

—Vives pagando alquiler. Dije que te daría lo que mereces por tu ayuda, es parte de eso. Además, eres mi esposa ahora, tendremos que vivir juntos durante los próximos meses.

Se asustó, todavía no se lo podía creer. No era eso lo que habían acordado. Volvió a clavar los ojos en esos zafiros que decían la verdad.

—Yo... Creo que es demasiado.

—Te daré el tiempo que necesites para mudarte, no más de una semana. ¿Está bien? Tómala —la animó.

Pamela encerró las llaves en su palma, en ese momento sonó su teléfono.

"Ha recibido una trasferencia de 500.000 USD a su cuenta bancaria".

Era inaudito aquella exorbitante suma de dinero.

Lo miró, ya Oliver empezaba a conducir, como si nada.

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