—No, no, no te estoy diciendo que no vengas, solo… no salgas sin compañía, ¿quieres? —Harper giró la cabeza, exhalando frustrada hacia el cielo grisáceo que comenzaba a apagarse. Al fin había logrado contactar a Delphine, y saber que estaba segura le quitaba un peso de encima. —Aunque quisiera hacerlo, no creo que pueda —contestó la castaña, mientras veía a Darek recibir una caja sellada que abrió con su navaja. Con habilidad giró el mango metálico sin adornos, luego la guardó en su bolsillo y terminó de romper el paquete, como si no estuviera contento. Y cómo estaría… se habían tardado semanas en algo que debía haber llegado ya. Aunque eso no le impidió revisar el contenido. Delphine apenas prestaba atención a lo que Harper decía al ver ese ceño fruncido y los músculos del padre de su hijo tensarse al inclinarse. Su mirada se mantuvo en Darek, quien, tras romper la última capa de papel con facilidad, se agachó con una concentración inusual. Analizó lo que había dentro y sacó a
El castillo de los Bonneville siempre fue la base de muchos secretos, entre las paredes adornadas por pulcros tapices y candelabros antiguos que no dejaban morir el legado de su linaje. Era un refugio para quienes sabían moverse entre la oscuridad y el silencio. Aquellos que no pedían permiso para ocuparlo, sino que lo reclamaban con la naturalidad de un espectro que regresa a su tumba. En una de las habitaciones más alejadas del ala este, donde las visitas no se aventuraban y los pasos se volvían ecos tenues, solo personal autorizado se atrevía a llegar a abrir la puerta que dejó a la vista al portugués que bajaba el teléfono desde su cama. Sus heridas ya no sangraban, pero no lo dejaban poner un pie lejos de ese sitio cerrado. Y eso lo tenía cómo si fuera una bestia que no dejaban salir. Una que creaba una estrategia que pondría a temblar no sólo una ciudad esta vez. El paño húmedo se deslizó por su abdomen, mientras miraba al frente, sin soltar el teléfono. Livia limpiaba sus
—Me esquiva, me ignora o se marcha cuándo tenemos la mínima interacción— suspiró Fannie mientras veía a través de la ventana. —. Entiendo que esté mal por la partida de Ken, pero…Dijo que no había dejado de amarme, pero que debía irme del país. —Él solo quiere que estés segura—, aseguró Harper mientras veía su reflejo en el espejo que le dejaba ver el gesto dolido de la rubia. Quería decirle que Franzua pasaba día y noche buscando las opciones para encontrar el sello de libertad para ella, pero había prometido no hacerlo. —Un día va a acercarse, mientras tanto sigue las indicaciones del médico y práctica, o disfruta de tus sesiones de fotografía. —No puedo concentrarme, no como antes—, Harper se incorporó, se acercó y le acomodó la trenza en su hombro. Fannie inclinó la cabeza en ella, buscando al menos un poco de consuelo. Sentía que había hecho algo mal, pero no sabía qué y la estaba desquiciando al no entenderlo.El crujido suave de la puerta les indicó que no estaban solas. Wini
—¿Me estás proponiendo matrimonio y amenazando al mismo tiempo? —Harper apenas logró articular las palabras. Cada letra parecía arrastrarse por su garganta, raspándola hasta dejarla ardiendo. Eso no lo había imaginado, en ningún escenario. Creyó que ya no… Su corazón latía desbocado y la parte superior de su estómago se presionaba a sí mismo…¿angustia? No, era…¡terror! Terror a…¿a qué le tenía miedo ahora? No apartaba la vista del anillo, como si fuera una trampa hechizante. Como si mirarlo demasiado pudiera quebrarla, pero dejar de mirarla esfumar la imagen más perfecta del planeta. Y no quería eso. Mateo la tenía atrapada, aunque no lo necesitaba realmente. Sus cuerpos estaban entrelazados como en una lucha que ya no sabían quién había ganado. Él, con sus manos firmes a cada lado de su cabeza, dejándole inhalar esa colonia varonil que la hizo tensar hasta los dedos de sus pies; ella, con las piernas rodeándole el torso como si pudiera mantenerlo lejos y cerca a la vez. N
Winifred había sido la primera en saberlo. Su reacción fue menos escandalosa, más afilada y silenciosa, pero igual de demoledora. Sonrió con ese gesto contenido que usaba cuando algo le parecía perfecto y peligroso a la vez. Luego vino Noelle. Incluso con la espalda recta y la expresión estoica que nunca abandonaba, hubo una curva tenue en sus labios, una sonrisa involuntaria que decía más de lo que habría querido admitir.Y esa misma tarde llegó el turno de la rubia que se movía en la pista de baile, la cual no se daba cuenta de que un par de ojos la observaban desde la distancia. Sonreía al ver las muecas que alguna vez disfrutó de cerca, como si pudiera atraparlas aún en el aire, como si no hubiera pasado el tiempo ni el dolor. Harper siguió su camino hacia ella con Horus a la par y cuando por fin se acercó, Fannie tardó exactamente dos segundos en notar el anillo en su dedo. Un grito agudo le escapó de la garganta, sus ojos se abrieron con desmesura, en una mezcla tan feroz de so
—Mis allegados preguntan por qué tanta seguridad extra, o algunos otros los ven como amenazas potenciales— el Conde Bonneville explicó con el frío recorriendo sus venas, mientras el portugués comía sin prisas—. Pronto esto va a escalar y no tendré como justificarlo.—Eres un duque. No necesitas justificarte… al menos no ante los vivos —musitó Valente, sin mirar más que su plato—. Pero si insistes en hacerme perder el tiempo, puedo enseñarte cómo se gobierna desde el miedo. No serán clases agradables, te lo aseguro.—No es lo que quise decir, es solo que hacen muchas preguntas y el Marqués…El sonido del tenedor contra el plato fue suave, casi delicado, aunque bastó para que Dorian sintiera que este se iría contra él en cualquier momento, porque con él la violencia se insinuaba desde lo cotidiano. Valente alzó la mirada, los ojos como cubos de hielo, fijos en los del duque.—¿Sabes por qué nadie me interrumpe, Bonneville?— se cansó de su impertinencia—. Porque incluso los necios entien
Mientras Anthony y Mateo discutían sobre las opciones de seguridad, además de la organización del cargamento para su protección del Coloso, el mexicano se perdía entre las miradas frías y distantes de la Demon que aseguraba las ventanas. Había visto tantas mujeres en su vida que quería descubrir qué era lo que le gustaba de esta. No contaba con las medidas de revista ni con la figura que solía perseguir. Corinne era otra cosa; un poco más de curvas, un andar firme, sin pretensiones. No tenía la silueta que te escupen las pasarelas, pero había algo en ella que lo hacía voltear. Y quedarse.—Chingada madre… —masculló, con la copa a medio levantar—. Si así camina alguien que no sigue estándares, que se jodan los estándares.Le atraía lo que no entendía. Y eso era justo lo que lo mantenía quieto, mirándola como si con eso pudiera descifrarla.El ruido de un par de zapatos lo hizo girar el cuello, solo para ver la silueta de la pelirroja abordar la sala con una sonrisa de oreja a oreja. U
En Manhattan las cosas no estaban tan tensas como en Polonia, pero sí tenían a Harper con la idea de cómo lidiar con la presencia de la familia de su prometido. No eran molestos ni lanzaban comentarios mordaces como otros, aunque sí sabía que a Izan...era a quién menos le agradaba. Aunque lo disimulaba podía percibir ese gesto de incomodidad. No podía culparlo, que alguien atentara contra su hermano era motivo para tirar de un gatillo siempre y de no ser por el pedido directo de Mateo, ella no siquiera sería un recuerdo. Sin embargo, ni Harper ni Izan eran del tipo de persona que se acercaría a hacer tregua. Mateo atrapó la mano de la inglesa por encima de la mesa, como si con ello pudiera dar un mensaje más claro de lo que allí sucedía. Aunque no lograba volver a contactarse con Krysia ni Helena, no quería preocuparse por tal situación, ya que sabía que podrían estar muy ocupadas. Aún si fuera ignorándose…o lo que fuera lo suyo. Keyla sonrió con la copa pegada a los labios, pues