CAPITULO TREINTA Y DOS

─ Tú.

Sono tan firme que me temí creerle. Sus ojos brillaban, su mirada no se apartaba de la mía. Me acerque hacia el tragando seco ante los nervios, lleve mi mano hacia su mejilla dandole una leve caricia.

─ No me ames. ─suplique─. No puedes.

─ Dime el por que no deberia amarte.

─ Tú mereces una mujer mejor a tu lado, eres tan dulce. Tan amable, tan lleno de virtudes que temo que mi dolor te amarre a mi.

El sonrió de costado levemente: ─ Soy la persona que quiere sanar ese dolor, patearle el trasero y botarlo lejos, ¿Puedes dejarme?

El suavemente tomo mi rostro entre sus manos acariciandome de forma delicada, cerre mis ojos ante su tacto. Mi cuerpo se estremeció como la primera vez que nuestros labios se unieron, como aquella primera vez en la que ambos nos entregamos el uno con el otro.

─ Dejame ser parte de tu vida .. ─susurro─. Kay, entregate a mi. Es un amor tan forzado pero entregate a el y veras que puedo ser un buen hombre para ti.

Abri mis ojos mirandolo fijamente, amb
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