El guardia llega con dos café y una sonrisa estúpida en la cara.
— ¿Por qué demonios dejaste sola a mi mujer?— Le pregunto gritando y abrazando a mí esposa para darle consuelo.
—Su alteza, perdóneme el señor Aman, me pidió dos cafés uno para él y otro para ella, dijo que haría algo grande por su p