—Indudablemente.— Respondo con los ojos desorbitados.
—Debo irme a trabajar, quedas en tu casa, puedes ver televisor, comer o cocinar lo que te apetezca, nos vemos esta noche.— Me dice después que terminamos de comer, despidiéndose de un beso en la mejilla.
—Gracias.— Susurro temblando del miedo