Capítulo XXXIV: La verdad

No me atreví a leer las otras dos cartas, eso era asunto de mis padres. 

Así que una la dejé encima de su pequeño mueble que estaba al lado de su cama para que mi madre pudiese leerla y la otra, me aseguré de que mi padre pudiese leerla, así que la guardé en su estuche de colecciones de monedas. 

Era extraño, pero al no saber nada de él y a pesar de su carácter, deseaba verlo y más aún, que se encontrara bien. 

Al meter el cofre en el cajón, tiré su portafolio. 

—¡Ay no! —me incliné para acomodarlo —Si mi padre me hubiese visto, hubiera dicho "Ay Alanna, no puedes ser más tonta" o algo así —reí y miré al ruiseñor. Noté que en su pequeño pico llevaba una tarjeta, lo tomé. Decía el nombre de Derek y la dirección en dónde encontra

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