SARA.
—¡Por el amor a Dios! ¿Dónde demonios estabas? —sentí cómo mi madre me sacudió con fuerza mientras intenté pasar el trago.
—Estaba en casa de Lisa… —una abofeteada fue estampada en mi mejilla, y no pude evitar que las lágrimas se escurrieran.
—¡Mentirosa! —ella gritó con fuerza con toda la histeria que la dominaba en el momento, y yo caí en el sofá, mientras mis piernas se apretaron.
Aún sentía la sensación de ardor y presión en mi parte íntima, incluso ese dolor que me invadió, hizo que Adam volviera a mi cabeza.
Tomé mi mejilla para rastrillar mi palma, y luego escuché cómo mi mamá dijo tomando su teléfono:
—Ella está aquí… —la vi caminar de aquí para allá, y luego noté como se servía una copa de licor. Para variar.
Me quedé quieta en el asiento y luego pensé en mi hermano. Tal vez era el único que podía ayudarme en esto. Yo era la única hija de que tenía Stefany y Anthony, pero había otro hijo de mi padre, que los hacía pelear con frecuencia y que no era para nada del agrado