Uno de mis trillizos puede ser tu yerno.
Lo que Adriano no sabía era que el comandante en jefe ya había recibido dinero de parte de Carlos Ontiveros, el hombre le daría el fallo a favor al hombre que había denunciado.
Mientras tanto el abogado pudo entrar a ver a Sergey. El ruso se encontraba en una celda bastante austera con otros presos.
— ¡Sergey Ivanov, vendrá con nosotros! — Dos policías sacaron al hombre ruso de la celda para llevarlo a un pequeño cuarto.
— Adriano, ¿Cuando llegaste? ¿Quién te llamó?
— ¿Quién más va a ser? Tú cuñado fue quien me llamo para que viniera a defenderte. Tenemos poco tiempo, te pondré al tanto, te están acusando de intento de asesinato, y quieren que todo el peso de la ley caiga sobre ti.
— ¿Qué...? ¡Ese cobarde mal nacido! ¡Tienes que sacarme de aquí, Adriano, no tengo tiempo que perder! Hubieras visto el rostro de los trillizos, parecía que me llevaban a la silla eléctrica, estaban muy tristes, Isabella... Ella... La estoy preocupando demasiado. Y eso no es nada bueno para s