Secuestrando a la cigüeña.
Por la tarde llegaban Isabella y Sergey con los trillizos al hospital, los niños llevaban un detalle en las manos para el bebé.
— ¿Se puede? — La bella chef pasaba a la habitación. — ¡Ismael, Griselda, muchas felicidades por su pequeño Roby, mamá ya me contó que está divino! Quiero cargarlo, préstamelo Ismael.
El CEO Rossi se le quedó bueno a su hermana, ella ya estaba a nada de dar a luz, su barriga era enorme, le preocupaba que no pudiera sostener al bebé.
— Isabella, estás a nada de entrar en labor de parto, ¿Estás segura que puedes cargar a Roby? Creo que sería mejor si te sientas en el sofá y te lo doy.
— ¿Qué insinuas? ¿Me estás diciendo que estoy demasiado gorda?
Los trillizos voltearon a ver a su padre, ellos tenían un pacto de no decirle a la madre que tenía una enorme barriga, no debían hacerla sentir mal. Pero el tío Ismael si se lo había insinuado.
— Claro que no, cariño, tienes una barriga normal de embarazo, llevas a mi nena dentro de ti, lo que Ismael qui