Gregory la veía dormir a su lado y no lograba salir de su asombro. No se parecía en nada a la mujer de hacía unos momentos, la llena de erotismo. Así, dormida, eran tan dulce. Y por primera vez en mucho tiempo su cielo se había despejado. La abrazó más fuerte, no fuese cosa que solo se tratase de un sueño y ella se esfumara; pero Adele se estiró al sentirlo y se acomodó un poco más. No era un sueño.
¿Qué iba a hacer ahora? Porque por mucho que luchaba y se reprimía, ya no podría dejarla. Ni siquiera lo sedujo, ni siquiera se le ofreció o le había demostrado más que unas sonrisas cálidas. Así, como era ella, solo así lo hizo caer. A lo mejor eso era lo que su corazón tanto necesitaba: volver a sentirse vivo.
Por su mente pasaron cientos de escenarios mientras la observaba y en todos Adele permanecía a su lado, en todos ella lo acompañaba; pero ¿sería lo mismo para ella? ¿Sentiría lo que él sentía? La duda lo asaltó. ¿Qué tal si no tuviese la misma intensidad en sus sent