Julia llegó a casa, estacionó su auto y mientras bajaba a oprimir el botón para ingresar a la mansión, sintió que alguien la observaba.
—¡Hola hermosa! —Julia giró su cuerpo al escuchar la voz de Ángel detrás de ella.
—Hola Ángel, ¿Qué haces aquí, y a esta hora? —preguntó Julia, mirando el enorme ramo de flores rojas que Ángel traía en sus manos.
—Solo venía a verte y atraerte tu ramo de rosas diario —respondió con un beso en la comisura en sus labios.
—Si me sigues dando tantas rosas no voy a tener en donde ponerlas, creo que voy a empezar a donarlas. —Julia se echó a reír.
—Por mí no hay ningún inconveniente, con tal de ver tu sonrisa todos los días me conformo, ¿Quieres tomar un café conmigo a la luz de la luna? —preguntó Ángel, mientras sus manos jugaban en el bolsillo de su pantalón.
—Sabes que a esta hora, no. —Ángel bajo su rostro dejando salir una sonrisa fingida. —Pero no he dicho que no, sabes que nunca me negaría a un rico café acompañado de mi profesor favorito.
Ángel quis