—Bruno...—
— Mate — dice él, sonriendo. Todavía no había sido capaz de llamarlo por ese nombre tan magnífico, y la idea hacía doler a mi loba.
— Son mis flores preferidas — digo mientras él me da el ramo.
— Lo sé, de ese tono azul como el mar... Marina. Así hueles para mí, una mezcla de flores y