—¿Cariño, crees que estoy algo gorda?
—preguntó Ester viéndose al espejo.
Sentía que últimamente estaba más ancha de cadera y su ropa muy ajustada.
—¿Gorda? —interrogó incrédulo acercándose a ella, besó su cuello y tocó su trasero.
—Buena es que estás, hermosa, preciosa, linda, —Ester sonreía a todos sus halagos, olvidó el tema de su cuerpo y se vistió.
Pero muy adentro de ella sabía que algo había cambiado en su cuerpo y especulaba que podría ser el cambio de clima o tal vez la comida de ese lugar.
—Vamos a desayunar. —Ester, asintió, debían tomar un desayuno y esperar a los socios de Carusso.
Aún no se acostumbraba a que sus vidas estuvieran en un constante peligro, David extrañaba su empresa y poder salir tranquilo, sin temer de ser atacado, ahí cada movimiento debían hacerlo con mucho cuidado o terminaría siendo su fracaso.
Ambos negocios estaban bien para ellos, pero poder satisfacer el ojo de Heriberto, quien era el más impresionante de todos, a quien querían ver fue