Extraviada

El examen fue hecho a una velocidad inquietantemente lenta, Amelia le observaba atentamente y no estaba habituado a dicho escrutinio. En las dos horas que estuvo allí, logró entablar una cómoda relación con su paciente, incluso se tuteaban.

—No importa cuándo dures Edward, ella no va a haber regresado para entonces.

—No sé de qué hablas.

-Mierda-

—Aunque no soy tan vieja como para ser tu madre, he vivido bastante más. Te gusta mi Abi, pero la diferencia de edad te hace pensar que es absurdo. Todo eso me preocupa, tus emociones son fuertes.

—Somos adultos Amelia, es normal sentir cosas fuertes algunas veces.

—Pero mi hija es muy sensible. Su infancia estuvo carente de amigos y no estuvo en contacto con las emociones normales en chicas de su edad, jamás experimento amor, nunca le partieron el corazón, por eso esto del afecto hacia los hombres es muy nuevo.

—Qué difícil para una niña.

—No te lo digo para que te inspire lástima, pero no te muestres cariñoso y luego la rechaces. Abi se ha visto expuesta a tan pocos afectos que le resultaría muy fácil quererte.

Ahora, puedo decirte que si viajas al sur del rancho la vera ahí. Estaba bastante triste anoche, cuando la vi esta mañana estaba igual. Aunque mi niña aguante, todo hombro se cansa algunas veces de cargar tanto peso.

—No tendría que haber salido, tenía lastimado el hombro.

—Se lo dije, pero mi Abi es testaruda.

—Creo que voy a regresar más tarde.

—Cómo quieras, gracias por revisarme.

De vuelta en su casa pensaba en Abi, su primer instinto fue buscarla, pero quizás ella necesitaba tiempo a solas. Pasó el resto de la mañana y parte de la tarde ocupado revisando algunos casos médicos. Estaba absorto cuando sonó su celular, era el número de Tom.

—Tom, ¿sucede algo?

—Algo así, sé que debes estar ocupado, pero es que necesito salir a buscar a Abi. Debería haber vuelto hace horas.

—Déjame a mí, si está herida perderemos tiempo valioso.

—Lamento molestarte.

—Has hecho bien, nos vemos en un rato.

Se dirigió al rancho de Abi y su madre, Tom estaba esperándole para darle instrucciones.

—Se suponía que iría a pasar un rato por la catarata, dijo que no llevaría comida porque serían solo dos o tres horas.

— ¿A qué hora salió exactamente?

—Cerca de las siete.

—Voy a traerla, ¿cómo está Amelia?

—Angustiada.

—Me marcho entonces.

—Empaqué chocolate caliente y algunas mantas.

—Bien hecho, yo ni siquiera lo pensé.

Hizo el camino lentamente, le quedaban pocas horas de luz, pero si ella estaba cerca necesitaba verla. Iba pensando en la causa de la angustia de Abi, sin olvidar a su madre, debía haber algo más, algo que hubiese roto su equilibrio.

Lo supo instantáneamente… “ÉL” si todo era tal cual lo había comentado Amelia durante su visita en la mañana, Abi estaba poco habituada a los afectos, durante meses la había tratado como a una paria, sus desprecios y comentarios la habían herido y lo sabía porque él mismo se había sentido así.

Luego, en pocas horas, se mostraba atento e incluso la invitaba a cenar, no era de extrañar que estuviese tan desconcertada. Pero algo debía haberle sucedido, ella no se alejaría del rancho, sabiendo que eso alteraría a su madre, lo supo porque la conocía más de lo que deseaba.

Cuando llegó a la catarata vio el caballo, pero no a su jinete, eso le alarmó bastante. El alazán se encontraba atado a un árbol.

Comenzó a recorrer las márgenes del rio en su búsqueda, si había caído, podría haberse golpeado la cabeza. El lugar estaba desierto, ni señales suyas.

¿Qué iba a hacer? No podía regresar al rancho, debía buscarla, pero la noche estaba pronta a caer. Siguió recorriendo la margen cuando vio un pequeño resplandor a lo lejos. Una de las cabañas estaba cerca, tenía la chimenea encendida y se permitió albergar esperanzas. Se acercó lo suficiente antes de gritar su nombre.

Cuando la puerta se abrió y apareció ante él una mujer diminuta, la reconoció inmediatamente, era la esposa de uno de los peones de su rancho. Cuando le indicó que entrara le señaló un cuerpo en el suelo.

—Doctor, gracias a Dios…

— ¿Qué sucedió? —Le dijo al tiempo que se inclinaba sobre Abi—

—Cómo usted sabe, mi esposo patrulla estos límites. Hace una hora escuché ruidos afuera y pensando que Micha regresaba salí a recibirle. Pero era esta señorita, estaba empapada y se quejaba de dolor en el hombro.

El traje dentro, la desvestí y le di algo de sopa, pensé que estaba haciéndolo bien, pero hace poco comenzó a subirle la temperatura.

—Póngame atención, debo irme a recoger mi Jeep, tardaré unos diez minutos, necesito llevarla al hospital y avisar en el rancho.

—De acuerdo doctor, aquí le espero.

Se apresuró en regresar por ella, avisó a Tom que la llevaría a la clínica para una valoración.

 La tomó en brazos y la colocó en el asiento trasero para que viajase acostada. El hospital era un hervidero de actividad, pero verlo cargando el cuerpo inerte de Abi, pareció paralizar todo. Fue puesta en una habitación privada mientras la revisaban, placas, pruebas sanguíneas, miles de cosas durante dos horas, en las cuales ella se mantuvo sin abrir los ojos.

Alex fue quién la atendió.

—Hemos puesto antibióticos, los exámenes muestran que se trata de algo viral, que empeoró drásticamente por caer en el agua, quién sabe cuánto tiempo permaneció mojada antes de conseguir ayuda.

—Horas.

—Lo que más me preocupa en su estado físico, los exámenes muestran las defensas bastante bajas, Abi está agotada a un nivel que no había visto ni siquiera en los peores casos.

—Su madre está enferma de cáncer, Abi la cuida sola y la carga obviamente es muy grande, es el único familiar que le queda y como está agonizando, imagino que es lo que le tiene así.

—Dejémosla esta noche en observación, le coloqué suero y antibióticos, debería estar mejor mañana.

—Gracias Alex. Por cierto… ¿La llamaste Abi y no Abigail? Te das demasiadas confianzas.

—Sí. Tú que has sido un cretino y un bastardo con ella la llamas Abi.

No le gustaba nada aquel apelativo tan íntimo y cariñoso, Alex era un buen partido e incluso debería sentirse tranquilo, pero no lo estaba, bullía en coraje. Ellos salían, pero no lo había llamado, es más, estaba seguro de que Alex ignoraba la enfermedad de Amelia, la sorpresa en sus ojos se lo dijo. Quizás fuesen amigos solamente, eso lo explicaría todo.

Se mantuvo con ella durante toda la noche, avisó al rancho para que Amelia se quedase más tranquila. Fue a media noche que Abi abrió los ojos, estaba desubicada y nerviosa, intentó quitarse la vía, pero la mano de Edward se lo impidió.

—Con calma cariño, yo estoy aquí a tu lado.

—Mamá…

—Está bien, por ahora procura descansar.

— ¿Te quedarás conmigo?

—Sí, no te preocupes por nada más.

En la mañana mientras la enfermera la ayudaba asearse, Edward fue por algo de ropa, de paso tranquilizaría a Amelia. Cuando regresó, encontró a Abi hablando en susurros con su amigo. Ver a Alex a su lado, tan cerca, acariciándole la mejilla con su pulgar llenó de rojo su visión, coqueteaba abiertamente con ella y Abi ni se inmutaba. Con un ligero carraspeo logró que se diesen cuenta que estaba ahí.

—Cuídate Abi, descansa unas cuarenta y ocho horas. Aunque no tienes nada serio, estás al borde del colapso. Pasaré a revisarte y si te sientes mejor, en unos días podemos ir a comer.

—Estaré esperando, gracias.

Abi tenía iluminado su rostro, pero al verle la sonrisa desapareció completamente lo que le afecto inmensamente.  De camino a su casa, se mantuvo en silencio, estaba realmente apenada, al parecer Edward siempre terminaba resolviendo sus desastres. 

Lo mejor sería darse una oportunidad con Alex, lo que sentía por Edward la carcomía y no era bueno. Su madre la necesitaba, si sus nervios se descontrolaban podía cometer un error con ella.

Cuando la dejó en su casa sin decirle nada, asumió que estaba molesto y no insistió. Tras tres días de descanso recibió la llamada de Alex, estaba invitándola a almorzar y como estaba decidida a olvidar a Edward aceptó. Mientras se preparaba para su cita, su madre no podía evitar la emoción.

—Tu primera cita, cielo. Han almorzado otras veces, pero esto parece ser más formal.

—Alex es muy agradable.

—“Agradable” no debería ser la palabra que describa a el hombre con quién tendrás tu primera cita. Pensé que te gustaba Edward.

—Me gusta, pero me lastima. Va de un extremo al otro, o me dice cosas desagradables o me hace cumplidos.

—El pobre hombre está confundido, creo que le gustas.

— ¿Y mientras descubre sus sentimientos debo aceptar sus ofensas?

—Tienes razón, el pobre esta tan herido que quizás nunca se aclare.

— ¿Segura que no me necesitas?

—Sí, ya tomé mi medicamento y Tom vendrá a jugar cartas conmigo.

—Entonces de acuerdo. Por cierto, he encargado algunas flores, mantas para invierno, un televisor y otras cosas. La mujer que me dio cobijo fue muy amable, pude ver que pasa mucho tiempo sola y creí que le gustaría tener esas cosas.

—Muy bien pensado.

—Se ve que Edward les paga bien, pero probablemente ahorren todo, dejando de lado algunas cosas que podrían ayudarla a llevar una vida más tranquila.

—Si llegan las cosas le pediré a Tom que las lleve al rancho Morgan.

—Gracias mamá.

Alex llegó diez minutos después, insistió en conocer a Amelia y le entregó un ramo de flores. Actuaba como si no se diese cuenta del deterioro físico de Amelia y Abi se sintió agradecida.

—Cuidaré bien a su hija, la traeré de vuelta en unas dos horas.

—Disfruten y gracias por las flores.

Mientras veía a su hija alejarse pensó que quizás Alex podía hacerla feliz.

Era obvio que se sentía atraída por él, válgame, Dios si era un hombre increíblemente apuesto. Su hija iba a quedarse sola, si cuando estuvo embarazada se hubiese enfrentado a su madre, Abi tendría compañía. Antes de morir debía hablarle a su hija sobre el pasado.

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