Disparando una mente insignificante
Disparando una mente insignificante
Por: Leo
Capítulo I Apertura

El día estaba por comenzar, era como cualquier otro a estas alturas de la vida, todo somnoliento Mario se ponía a reflexionar un poco soltando pensamientos muy efímeros, era ya una práctica común para él. Dentro de su mente todo empezaba a revolotear y su imaginación tan abierta a conseguir lo que él quería.

El horizonte es tan hermoso cada mañana dijo Mario en voz alta, - dejó que el silencio consumiera el entorno y comenzó con su reflexión mental diciendo “esto no tiene un principio, ni un fin en el que se pueda decir si las acciones que he tomado están bien o mal dijo Mario en voz alta mientras pensaba”- estas fueron las únicas palabras que salieron de su boca.

Mientras seguía su pensamiento con un - lamentablemente es la supuesta realidad a como yo la veo y la vivo a cada momento, con sensaciones que muchas veces causan un temor tan extraño que me hace preguntarme sí todo lo que siento por dentro puede ser algo real o simplemente vivo un sueño, una etapa o un reto, o quien puede imaginarse que tal vez y solo seamos un experimento muy complejo. A mi forma de pensar, no paro de tener ideas que me dejan aletargado y otras veces solo con más confusiones camino y de pronto a cada segundo, cada acción que tomo me englobo con decir que con un montón de posibilidades hay tantas consecuencias y momentos que afectan a varios lugares que ni la existencia puede comprender, que son para mejorar o para una experiencia “mal vivida”, tan solo eso, un paso de emociones que invaden mi cerebro y se trasmiten de diferentes maneras, no existe algún horario para que solamente, sin controlarlo o intentarlo van por todo mi cuerpo inundándolo y saciándolo de una manera tan sorprendente, y yo me pregunto, si tan solo son cosas momentáneas. – mientras se mostraba con seriedad.

- ¿Por qué me afectan tanto? - entre dientes dijo Mario.

Con este ligero pensamiento terminaba de amanecer, en ese momento dejó de ver el horizonte, dejó su imaginación a un lado y puso su vista sobre una silla donde se encontraba otra persona muy fuera de sí, se notaba que estaba en muy mal estado mental y que apenas conservaba energías para sobrevivir.

- Entonces ¿Cuántos días más crees soportar? - Mario con una sonrisa de satisfacción, aclamó en voz alta.

Sin recibir alguna respuesta, - todavía con una sonrisa tímida dijo - realmente no importa, hoy es un buen día, así que hoy también será un buen día para ti, podrás ver la muerte con felicidad, te aseguro que no te dolerá.

El entorno se silenció tanto que un susurro que soltó la persona moribunda se escuchó con claridad cuando un - gracias - salió de unas cuerdas vocales destrozadas, hasta parecía contento.

Esto fue tan conmovedor para Mario - y se exaltó diciendo - ¡hoy vamos a hacer una fiesta! Invitaré a tus amigos y a los míos, será algo gratificante.

La persona era de una edad similar a la de Mario, así que no había problema con aparentar que eran amigos.

Sin tomar su desayuno Mario tomó su computadora y empezó a invitar a todas las personas que quiso, entre ellos sus mejores amigos, sus amigos de la universidad y los de su entorno. No hay que agregar que hizo lo mismo con la cuenta de la persona moribunda, a todos los había citado a las 7 de la noche, esto es normal puesto que en la pequeña ciudad de Gaben en donde vive Mario la gente nunca es puntual, era obvio que las personas llegarían una o dos horas después.

Mario una hora antes de la hora citada comenzó a arreglar su casa y los preparativos, estaba alistando todo para que saliera muy bien, a la persona moribunda la vistió y le inyectó una pequeña dosis de olanzapina y suministró un par de pastillas de cafeína

Llegó la hora y la gente empezó a llegar, el ambiente estaba muy prendido y se emanaba alegría por doquier, todo el plan iba a la perfección, incluso el moribundo se divertía simplemente parecía otro individuo y por más extraño que parezca tuvo la oportunidad de huir, pero por su cabeza nunca se le cruzó esa idea.

 Pasada la media noche la mayoría de las personas estaban ya alcoholizadas continuaron en la fiesta y otras se marcharon de esta, las personas que siguieron la fiesta apenas se dieron cuenta de la ausencia de Mario y de la persona moribunda, pero nadie dijo nada, tal vez solo estaban en otro cuarto de la casa o eso pensaron ellos, en esos momentos que caminaba junto a él, a proseguir con su plan.

- y por fin llegar a su clímax - como lo dijo Mario.

Llegaron a un cuarto y se proponía a inyectarle una intravenosa de potasio y morfina, se tomó con calma el proceso porque él estaba seguro de que nadie los había seguido y nadie pensaría mal si un cuarto estaba con seguro en una fiesta.

Mario con delicadeza se puso unos guantes quirúrgicos y agarró la jeringa de morfina e inyectó con una dosis alta, al mismo tiempo introdujo potasio a altas dosis en su vena y esto pararía su corazón al instante, para que la muerte cuente como una sobredosis, no fue difícil para él recrear a una escena donde aparentara una sobredosis de morfina, al fin y al cabo Mario era muy meticuloso con su proceso y siempre se aseguraba de nunca dejar rastro, pero esta vez era diferente, era la primera vez que Mario mataba a alguien en su propia casa y que además con su intelecto lograba tener a esa persona sumisa, sin tenerlo cautivo, para él esta vez era algo especial, un momento de alegría que podía atesorar.

- Mario observó a su víctima de pies a cabeza y le dijo - espérame a donde vayas, esto no es el fin algún día podré verte de nuevo.

Cerró la puerta del cuarto y con lágrimas de afán caminó de nuevo por el pasillo que lo llevaba a la fiesta.

Caminó al bar de la casa y cogió la botella más cara que tenía y se sirvió en un vaso como si brindara por un buen momento, como él estaba tan concentrado en su mundo no contemplo la presencia de una chica que era desconocida para él, su cabello era ondulado, de ojos grandes, muy bonita y agraciada, al mirar fijamente su aspecto, todo además de lo físico era un misterio, solo al verla sintió que estaría en problemas, un peligro indescriptible que hace alusión a su nombre,

- Con una voz tímida se presentó entre murmullos - “soy Astrid, mucho gusto”.

- Las primeras palabras que soltó Astrid fueron - “sé lo que hiciste, dame un poco quiero brindar yo también”.

Mario escuchó esas palabras como un balde de hielos, pero no podía ponerse nervioso así que decidió seguir la conversación diciéndole - claro que sí, es un día de fiesta y siento que es lo mejor, pero más gusto me da brindar con una buena compañía y más si es una chica como tú, ¿me podrías repetir tu nombre?

Ella contestó con una sonrisa burlona - me llamo Astrid y tú debes ser Mario he escuchado mucho de ti hoy, y al verte no es lo que dicen.

Mario soltó una carcajada y le dijo - entonces ¿Estás decepcionada?

Astrid lo vio con una seriedad y unos ojos penetrantes mientras le decía - no es lo que dicen tus amigos, te adulan mucho, aunque si eres lo que me temía.

Mario a pesar de que estaba entablando una amistad, no podía estar tranquilo, aún no tenía la certeza de que Astrid no supiera lo del cuarto, pensó que lo mejor sería tenerla cerca toda la noche y pasar con ella lo que restaba de la fiesta.

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