Capítulo 30 - Un mal día, uno muy malo

Mojada y agotada me apoyé sobre la ventana del bus de larga distancia con la esperanza de que el paisaje de la ruta pudiera distraerme de mis pensamientos. Pocos segundos después me dí cuenta que no funcionaría, la humedad de la lluvia había empañado todas las ventanillas.

Mis cabellos mojados pegados a mi rostro ya no me importaban. Estaba demasiado exhausta.

Mi brazo aún ardía de las heridas y mis rodillas me dolían por los moretones a causa de la caída. Por suerte ya no me dolían tanto como al principio.

Mi mente no paraba de reproducir los sucesos del día. Mientras más pensaba, menos podía contener mis lágrimas.

Era como si todo lo que había guardado estos

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