DEBBY
En cuanto los labios de Sebastián tocan los míos, la piel se me eriza y siento que he perdido toda capacidad para respirar, un extraño frío me cala los huesos, mi mente permanece en blanco, tardo un par de segundos en reaccionar, pero al final, logro hacerlo, coloco las palmas de mis manos sobre su pecho, dándole un ligero empujón que provoca que rompa el beso, pero no que me suelte.
—Detente —me quedo sin aliento.
—Mírate —ignora mis palabras, tomando mi rostro entre sus manos con urgencia—. Pareces cansada.
Hace un nuevo intento por besarme, solo que esta vez, giro mi rostro.
—No —replico—. Sebastián, ¿qué haces aquí? Se supone que debes estar en San Francisco, aún no termina la semana de reuniones.
Mis palabras parecen surtir efecto, porque rápido se aparta y se pasa una mano por el cabello, mientras trato de colocar toda distancia entre los dos.
—Ya te lo dije, vine hasta acá, porque eres más importante que estar soportando a un par de conocidos —me explica encendiendo las l