45. No confíes en nadie

Un segundo después, cuando las palabras de Norelie le cobran la palidez hasta en sus labios, Elena abre la puerta de la oficina.

Al instante, lo qué sus ojos ven es a la misma mujer de siempre. Norelie es una mujer demasiado bella cómo para quitar la mirada, y está sentada en su escritorio, cuyo lado da hacia la ventana panorámica. El azul cielo qué brinda la imagen no hace contraste con lo qué siente.

Norelie escucha la puerta, y aún con el teléfono en la oreja se gira.

Ambas se observan fijamente un largo segundo. Elena quita la mano de la manija de la puerta y Norelie se pone de pie.

Con los ojos desorbitados, Elena da un paso hacia adelante.

Pero no se esperaba la sonrisa de Norelie.

—Oh, ¡Elena! ¡Me da gusto verte tan recuperada! Buongiorno —Norelie rodea el escritorio. Su silueta de modelo no tarda en acercarse, tal cual no hubiese dicho absolutamente nada. Y para el como recibe un abrazo por parte de ella—, de seguro dejé la puerta abierta y debes estar bastante apu
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