—Sergio tiene un poder de convocatoria aterrador— comentó Lina antes de irse del trabajo.
Helena caminó con Adriana hacia el estacionamiento y le dijo en voz baja: —¿Sergio fue tu idea, verdad?
Adriana se sorprendió de cómo lo sabía Helena.
Helena se encogió de hombros y dijo:
—No es necesario que expliques. Ya estoy acostumbrada a ver milagros contigo. Si un día compras el teatro y le pides al señor Guevara que se largue, incluso podría aceptarlo con calma.
Adriana se sintió resignada.
Mientras caminaban juntas, antes de llegar al coche, vieron a un grupo de chicas cargando todo tipo de equipo de grabación acercándose. Helena hizo un gesto con la boca y Adriana, al ver el equipo, se sintió inquieta, aceleró el paso y rápidamente abrió la puerta del coche.
Helena no entendía lo que sucedía, pero Adriana ya estaba dentro del coche.
—¿Adriana?— Helena llamó.
Adriana asomó la cabeza al oír su nombre y vio a las chicas entrando al teatro por la puerta trasera. Estaba preocupada.
—Supongo