GERYLIS ALMODÓVAR
Lucrecia había salido. Creí que finalmente de tanto mencionar al abogado para aquí y para allá acabaría saliendo con él o al menos a visitarlo con segundas intenciones.
Había estado investigando sobre hackers y cuánto podían cobrarme, pero no sabía exactamente quien podía ser de confianza para pedirle un favor semejante y tan íntimo. Las probabilidades de que mi vídeo fuera reproducido por alguien y luego comercializado o acabar en manos enfermas me aterraba más de lo que podía mencionar.
Ahora el dichoso policía de delitos cibernéticos estaba parado en mi puerta.
-¿Se le perdió algo aquí oficial?- Le pregunté con ironía y fastidio. Lo último que quería ver era un uniformado que no me ayudaría al igual que los demás
-¿Puedo pasar?- Me preguntó y no necesité pensarlo demasiado
-¿Tiene una orden para eso?- Apoyé mi mano en el marco de la puerta y esperé que me mostrara una orden para entrar o que se fuera a ese lugar donde los inútiles estaban reunidos maltratando