Después de escuchar la descripción del subastador, me convencí aún más de que ese era el brazalete de mi madre — había salido del circuito de antigüedades de Altamira, inicialmente subestimado en su valor hasta que un experto reconoció su verdadero precio, y ahora aparecía en esta subasta.
—Brazalete de jade blanco, precio inicial: dos millones —anunció el subastador.
Tan pronto como terminó de hablar, alguien levantó su paleta:
—Dos millones y medio.
—Tres millones.
—Tres millones y medio.
Me mantuve tranquila, sin hacer ofertas, observando cómo se desarrollaba todo.
Pero inesperadamente, Isabel levantó su paleta:
—¡Cinco millones!
Se produjo un pequeño revuelo, todos voltearon a mirarlos.
Mi corazón dio un vuelco, sabía que esa hipócrita estaba empezando a jugar sus cartas.
—Cinco millones a la una, cinco millones a las dos, cinco millones a las...
Antes de que el subastador terminara, finalmente hice mi movimiento:
—Cinco millones y medio.
Isabel se volteó a mirarme sorprendida, per