—¡Jajaja, así está mejor!
Al entrar a la habitación, Sofía acomodó su ropa y se fue a duchar.
Tomé mi teléfono para revisar los mensajes.
A esta hora, Lucas debería seguir en el avión, así que no me enviaría mensajes.
Pero aun así, no podía evitar querer revisar.
Mi ánimo oscilaba entre la exaltación y la inquietud. Esta agitación, esta mezcla de anticipación y nerviosismo, no correspondía en absoluto con mi edad ni mi personalidad.
Estaba cayendo cada vez más profundo.
Sofía, después de ducharse, se tumbó directamente a dormir.
Como yo tenía asuntos pendientes por la tarde, le di algunas indicaciones y, para no molestar su descanso, me llevé la computadora portátil a la habitación de Rosa.
Cuando recibí la llamada de Lucas, el cielo ya estaba completamente oscuro.
Pero como mañana era mi desfile, el ensayo de esta noche era crucial, y debía supervisarlo hasta el final, sin poder regresar por el momento.
—¿Ya has aterrizado? —busqué un lugar tranquilo y contesté la llamada con emoción.