Sabía que Sofía me iba a bromear, y efectivamente, la chica empezó con sus burlas.
Suspiré:
—Habíamos quedado para almorzar, pero a mitad de la comida recibió una llamada y se tuvo que ir corriendo, era algo urgente del trabajo.
—Ah, claro, como te dejó plantada te acordaste de mí.
—¡Ay, ya deja de burlarte! —me avergoncé y tuve que suplicar—. Si no tienen planes, me voy a dormir, que anoche apenas dormí.
—¿Dormir? ¡En un día tan festivo! —me detuvo Sofía y me dio el nombre de un club—. Reservamos para la tarde, como pensé que el señor Montero te tendría acaparada, ni se me ocurrió decírtelo.
—Vale, voy para allá.
Al llegar al club, me senté a hojear una revista mientras esperaba que Sofía bajara a buscarme.
Apenas había abierto la primera página cuando una voz me llamó:
—¿María?
Levanté la vista y vi a cuatro personas pasando cerca; quien me llamaba era Daniela.
No nos habíamos visto desde aquel desagradable encuentro en la reunión de la universidad, y mira por dónde nos encontrábamos