—Sí —contesté, sin atreverme a mirarlo a los ojos.
Rosa, a mi lado, me observaba con una mirada curiosa y sugerente, como si también notara que algo no era normal.
—Por favor, señor Montero, levante los brazos a la altura de los hombros —pedí cortésmente, tomando una cinta métrica más larga.
Lucas se paró frente a mí. Al rodearle, me di cuenta de que medía casi 1.90m.
Por suerte yo mido 1.72m; si fuera más baja quedaría ridícula, tendría que subirme a un banco para medirlo.
Él cooperaba bien y pude medirle fácilmente la parte superior. Al llegar a la cintura y cadera, dudé. ¿Debía abrazarlo por delante o por detrás?
Curiosamente, las mujeres que antes charlaban y reían animadamente, ahora guardaban absoluto silencio, con todos los ojos fijos en nosotros.
Me puse nerviosa de repente, sintiendo las orejas arder y quizás enrojecer.
—¿Pasa algo, señorita Navarro? —notó Lucas mi vacilación.
—Oh, no... es que es muy alto —solté sin pensar.
—¿Quiere que me agache?
—¡No, no, no hace falta! —me