Capítulo 211
De repente sonó el teléfono. Al mirarlo fijamente, toda mi alegría se desvaneció.

Era Antonio.

Hacía días que no teníamos contacto y ahora llamaba de repente. Parecía que también había recibido la sentencia de divorcio.

Tomé el teléfono mientras pensaba —¿No estará queriendo echarse para atrás?

¿Y si se arrepiente, qué voy a hacer?

¿De verdad tendré que mandar a Claudia a la cárcel?

Ya ha sufrido bastante.

No, no puedo ser tan blanda. Este fue el trato desde el principio. Si Antonio se atreve a retractarse, yo también puedo llegar hasta las últimas consecuencias.

Con esa resolución, contesté la llamada y me llevé el teléfono al oído: —¿Hola?

—María —llegó su voz melancólica y profunda—, ¿recibiste la sentencia?

Con expresión serena y tono distante respondí: —Acabo de llegar a casa y la encontré.

—¿Estás segura de que queremos terminar así?

Fruncí el ceño y mi tono se volvió serio: —¿Qué quieres decir? ¿Piensas apelar?

Antonio soltó una risita y dijo con evidente frustración: —Desde que
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