—¿Podrías decirme por qué? ¿Te desagrado yo, o te preocupan los rumores?
Ante su pregunta directa, mi rostro ardía cada vez más y mis ojos evitaban los suyos.
—Yo... pienso que, siendo divorciada, con mala reputación, pues...
Aunque no lo dijo explícitamente, su intención era clara.
Y mi respuesta seguramente le transmitió el mensaje.
Pero Lucas sonrió despreocupadamente: —No me acabo de enterar hoy de tu divorcio, y además este matrimonio fallido no fue tu culpa, él te traicionó. ¿Por qué deberías sentirte presionada?
—Es fácil decirlo, pero los rumores son temibles, y tu familia tiene una reputación tan respetable...
No pude continuar cara a cara.
Los Montero eran extremadamente respetables, de linaje distinguido. Lucas seguramente elegiría una esposa tras una cuidadosa selección, alguien de su nivel, impecable en belleza, educación, capacidad y origen familiar.
Pero yo era de origen común, educación normal, y aunque mi carrera prosperaba, eso no compensaba tener un padre en prisión