Capítulo 2: Mi Amor Propio

― ¡Adele, espera! ― me grita, pero a mí no me interesa nada que venga de su boca, sin embargo, él es más rápido y ágil que yo y me da alcance en poco tiempo, tratando de abrazarme para consolarme, pero su agarre me asquea.

― Estabas con esa tipa, Mario― le espeto molesta― ¿desde cuándo me estás viendo la cara de tonta? ― le grito con la sangra golpeándome la cabeza― se suponía que tú y yo...― trato de seguir hablando, pero me quedo sin aliento y ahora siento espasmos por todo mi cuerpo.

― ¿Quieres calmarte, eh, Adele? ― me dice y se pasa la mano por la cabeza― además, tú tienes la culpa de todo eso― me acusa y yo quedo perpleja.

― Yo no te dije que te revolcaras con esa rubia cabeza hueca― le digo toda cabreada― se suponía que tú y yo nos haríamos la marca hoy― le recuerdo, pero él solamente sabe reírse de mí.

― Pues, yo no te dije que eso iba a pasar hoy, solamente que podía pasar― me responde, burlándose de mí― todo porque eres una testaruda que no quiere acostarse conmigo.

― Sabes que eso está mal, que podríamos perder nuestros poderes de lobos, si es que hacemos una cosa como esa― le recuerdo, pero él solamente hace un bufido.

― Yo he estado con un montón de mujeres y no me ha pasado nada― me dice muy pagado de sí mismo el muy descarado― todo el mundo tiene relaciones sin hacerse la marca en esta manada y nada malo les ha pasado― me señala y trata de acercarse y abrazarme a la fuerza, pero lo empujo con toda la rabia que destila ahora mi loba, que quiere acabar con él.

― No, Mario, ya suéltame― le grito molesta, al ver que quiere besarme de todas maneras― te estabas revolcando con esa tipa, así que no te atrevas a tocarme con esas sucias manos― insisto y él ahora se ríe con ganas.

― Sabes que te quiero solo a ti― me responde― he tenido que acostarme con otras por tu culpa― me dice y las lágrimas vuelven a salir como dos enormes cascadas.

― Si me quieres, deberías marcarme y así solamente sería tuya― le contesto, pero él me mira ahora y se burla de mí.

― ¿Que tú quieres que yo te marque aquí y ahora? ― me dice con el ceño fruncido― somos muy jóvenes, Adele, ¿qué no te has dado cuenta? ― me señala y yo me siento llena de ira.

― Pues, eso era lo que se suponía que íbamos a hacer hoy― le recuerdo y él hace un bufido.

― Yo ya tengo demasiadas responsabilidades a esta edad, por ser hijo de alfa Boris, como para que tú quieras que nos unamos para toda la vida― me dice y ahora mi quijada quiere caerse, de lo sorprendida que estoy por lo que está diciendo este cara dura.

― Entonces, ¿qué se supone que quieres de mí? ― le digo todavía incrédula.

― Pues, qué más― me responde de lo más descarado― que podamos relajarnos, teniendo momentos apasionados, por supuesto― añade y trata de acercarse nuevamente, pero mi loba se apodera de mí esta vez y con la rabia corriendo en mis venas lo empujo y esta vez sí que logro echarlo a un lado.

― ¿Que yo sea como una de tus amantes? ― le suelto toda enojada, cuando lo veo en el suelo lastimado― no soy como el resto de tus amiguitas, Mario, yo soy la hija de Beta John y que no se te olvide― le digo con sorna.

― Entonces, no me sirves― me contesta de lo más grosero― prefiero liberar toda la presión por mi cargo con todas esas mujeres hermosas, que quedarme para toda la vida contigo― me asegura― yo soy el hijo de un alfa y tengo derecho a acostarme con todas las mujeres que yo quiera.

Entonces, siento un coraje que no sabía que tenía, ante sus palabras, porque no voy a seguir siendo humillada.

“Somos poderosas y no le tenemos miedo”, me asegura mi loba y destilamos rabia juntas.

― Pues, si tú no estás dispuesto a unirte a mí y que nos volvamos pareja, porque eres muy joven y tienes muchas responsabilidades según tú, no esperes a que yo me quede aguardando el día en que te decidas por mí, mientras tienes el desfile de amantes paseándose por tu cama― le espeto cabreada y hastiada― no te voy a permitir que todo el mundo me vea como tu burla, como si yo no valiera nada― le señalo y él ahora se ríe de mí.

― Y yo soy hijo de alfa Boris, el líder de la manada Darkmoon, la más poderosa de todas y no voy a permitir que la hija de un Beta intente siquiera decirme qué hacer o no― me suelta directo a la cara y su voz hace que mi cuerpo caiga en sumisión, sin embargo, hago todo lo posible por recomponerme.

― Hijo de alfa o no, me importa un bledo― me burlo de él― yo soy la primogénita del beta de la manada, en cambio tú eres el quinto hijo del alfa― me río con ganas, ante su prepotencia― búscate a tus amantes y revuélcate con todas ellas.

 ― ¡Ja! ― me responde todo pagado de sí mismo, así que no me aguanto más y estoy a punto de decir las palabras, las que acabarán con toda su prepotencia sobre mí.

― Entonces, si así lo quieres― le digo con una sonrisa de satisfacción― yo, Adele, hija del Beta John de la manada Darkmoon, te rechazo a ti, Mario, hijo del alfa Boris, el líder de la manada Darkmoon, como mi pareja― le espeto con toda mi rabia, con mi corazón roto en mil pedazos, pero lo más importante, con mi amor propio― ahora ve, lárgate con tus amantes y no quiero que intentes acercarte siquiera.

Entonces, veo cómo Mario cae al piso, en cuanto termino de hablar, como si le faltara el aire.

― ¡Ayúdame, Adele! ― me pide y no sé ni qué hacer.

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