—Señorita Watson, lo lamento, mi nieto es algo extrovertido—. El señor Watson niega con la cabeza.
—Por favor… esas bromas son muy pesadas. Además, mi abuelito, al parecer, se olvidó de mí. Desde que murió, me dejó desprotegida. Él era el único que me defendía… Después de su muerte, mi vida se volvió un infierno—. La voz de Kiara es triste y le es imposible no llorar.
Para Esteban, Kiara es dulce y guapa, pero también astuta. Le agrada; le parece interesante.
—Tu abuelo jamás te dejó sola. Solo que… esa familia son unos vanidosos y con el corazón podrido—. Le explica el anciano. —Te busqué muchas veces cuando cumpliste la mayoría de edad, pero no me atendían, y otras veces decían que te habías ido con un hombre. Tu abuelo dejó un testamento.
—¿De verdad?—. Kiara está asombrada. —De verdad, no comprendo… Cloe y yo somos gemelas. ¿Por qué ella y yo no? ¿Qué les hice para que me despreciaran tanto?
—Señorita Watson, usted no hizo nada. Ellos tienen la mente dañada, y seguramente