CRISTINE FERRERA
—¿Qué aprendimos entonces? —preguntó Sloane a los tres hombres adultos y a los cinco niños. Los ocho estaban despeinados, con las ropas torcidas y algunos moretones formándose.
—No debemos de jugar rudo con mi hermano —repitieron todos al unísono, unos más enojados, otros con una sonrisa victoriosa, pero todos cansados y machacados.
—¡Todo fue culpa de Gerardo! —dijo Bruno trepando al regazo de su padre, quien no dejaba de ver con furia a Derek mientras este le sonreía—. ¡Es pesado!
—Insoportable… —agregó Eliot sin parpadear.
—Pues yo sí me divertí —contestó Luca sentado entre los gemelos, con una sonrisa radiante y un tallón en el pómulo.
—¡Yo también! —exclamó el pequeño Brian apoyándose en las rodillas de Luca.
—Sí Bruno no hubiera empezado a llorar, Mario no hubiera ido por mamá —contestó Leonardo cruzándose de brazos, enfurruñado en la alfombra.
—¡Sí! Si Eliot no hubiera empezado a llorar… —refunfuñó Derek de manera burlona.
—Yo no lloré —gruñó Eliot rechinan