Una regla

Desperté por un olor muy delicioso en el ambiente. Tenía la sensación de haber dormido demasiado. La cabeza me dolía mucho y los párpados los sentía pesados. La claridad me hizo complicado poder abrir bien los ojos. Logré percatarme de que no estaba en la misma habitación donde recuerdo haber estado anoche, sino en la casa donde me trajo la vez que estuve enferma.

—Buenos días, mi bella durmiente.

Me levanté como una demente de la cama y estaba en ropa interior.

—¿Por qué me has traído aquí? ¿Cómo lo hiciste?

Me quedé sorprendida al verlo con un delantal puesto. Lamió su dedo índice, pues tenía restos de lo que parecía ser chocolate.

—Tal parece que no recuerdas nada, duendecilla.

—No, no recuerdo nada. ¿Cómo iba a hacerlo?

—Me dijiste que vendr&i

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