Capítulo 5

***ABEL***

Había pasado la tarde confirmando lo maravillosa, inteligente y compasiva que era Carolina. Después de dejarla en su casa y despedirme, caminé a mi departamento junto a Lana, iba recordando nuestras conversaciones; sus preguntas y sus respuestas, decían mucho de su persona. Lo bondadosa con los López y su pasado doloroso con la muerte de sus padres, me hacían admirarla más. Yo estaba deseoso de conocerla mejor.

«Es una chica demasiado especial» —me había dicho la abuela López y sí que lo era.

Lo poco superficial que parecía ser me encantaba. Ni siquiera parecía estar conciente de lo atractiva que era y es que, no solo era su belleza física la que atraía, era su sonrisa, su amabilidad, cómo trataba a las personas a su al rededor, algo en su esencia que solo se podía sentir. Emanaba una dulzura irresistible.

El mesero, al igual que un hombre que estaba cerca a nuestra mesa no dejaron de mirarla y, ¿cómo culparlos? si yo también estaba cautivado ante su presencia. Era natural en ella causar ese aura de calma y paz, sin siquiera esforzarse. Destilaba pureza, tranquilidad.

Descubrí también, que era la dueña de una de las floristerías más prestigiosas de la ciudad, 'Guerra Torres', sin embargo no tenía ni pizca de presunción. La sencillez que reflejaba era extraordinaria.

Toda ella me tenía maravillado.

A penas entré a mi departamento, tomé el celular, llamé a Miguel y le conté todo.

—Si es así como la describes, estoy feliz por ti —me dijo antes de colgar.

Después de hablar con Miguel me fui a adelantar las maletas para el viaje a la capacitación que sería en dos días. Luego me dormí pensando en ella.

En la mañana, fui al consultorio, tenía trabajo por hacer ya que me ausentaría y casi no tuve tiempo de nada en la mañana. Sin embargo, mi mente no dejó de pensarla. Miraba su número en mi celular y varias veces intenté marcarle. Pero me arrepentía, no quería que se sintiera acosada.

Esperaría a que tuviera los resultados de los análisis para volverla a ver. ¡Oh, sí! Esa sería mi excusa.

Salí temprano después que cancelaron la unica consulta de la tarde y me dirigí donde mis padres a las afueras de la ciudad. Después de insistirme en que les contara por qué estaba "diferente", y sabiendo que algo les había dicho Miguel, les hablé de Carolina.

—Debe ser muy especial sin duda —dijo papá.

Yo jamás les había hablado de ninguna mujer.

También les mencioné a los cachorros sabiendo que ellos los querrían, incluso me pedían a Lana constantemente.

—¡Quiero a los dos! —dijo mamá emocionada...

Más tarde, fuí a mi apartamento, paseé a Lana y tuve ganas de llegar hasta su casa, pero me recordé que no quería que se sintiera acosada.

Sin saber en que momento, me quedé dormido y cuando recordé ya era de mañana, debía viajar.

Antes de subir al avión llamé a Mónica y le pedí que me avisara si Carolina llamaba a apartar una cita, seguramente le entregarían los resultados de los análisis ese día.

En un receso del programa del primer día, volví a llamar a Mónica para preguntarle si ya había llamado.

—No, no ha llamado —dijo de mal humor.

En la noche cuando regresé al hotel tomé valor y la llamé.

—¡Alo! —contestó con su dulce voz.

—¡Hola, Carolina!

—¡Hola, ¿cómo estas?! —escuché emoción en su voz lo que me dio alegría.

—Excelente y, ¿tú?

—Yo también.

—Me alegra. ¿Qué tal tu día? ¿Ya tienes los análisis? —los análisis eran mi excusa para estar llamándola.

—Muy bien. Sí, está mañana los reclamé. Llamé a tu consultorio para apartar la cita, pero tu secretaria me dijo que estabas ocupado y me avisaría cuando tuvieras agenda.

—Sí, estoy en una capacitación, pero qué raro, le pregunté a Mónica si habías llamado y me dijo que no. Por eso decidí llamarte y porque quería... «...Escucharte».

—A lo mejor se le olvidó... ¿Querías qué? —preguntó.

—Ehhh...No, nada... A penas regrese, nos vemos para revisar los análisis.

—Está bien, y... ¿de qué trata la capacitación?

«¡Quiere seguir hablando conmigo!».

—Si te cuento, te aburrirás.

—Para nada, me gustaría saber.

—Ok, conste que te advertí....

Hablamos muy a gusto hasta muy entrada la noche que nos despedimos a descansar.

—Descansa, Abel ¿Me sigues la cátedra mañana?

—Solo si tú quieres.

—Me encantaría, si tú puedes y quieres.

«¡Por supuesto!».

De regreso al día siguiente al hotel, la volví a llamar e hice lo mismo toda la semana. Hablabamos hasta tarde y cada conversación con ella era tan agradable que agregaba motivos a mi corazón para quererla.

Regresaría el viernes así que acordamos vernos en mi consultorio ese mismo día. Quería volver a tener un rato en su compañía, pero hasta ese momento a parte de los analisis no tenía más excusas para verla, sin embargo, antes de despedirme le pedí que no llevara la moto para así tener la excusa de llevarla y pasar más tiempo juntos.

El viernes me bajé del avión y fui directo a buscar a Lana a la guardería canina. De paso, aproveché comprarle comida y vi las camas para perros, recordé a Susi la perra de los Lopez y le compré una y también croquetas. Despues fui a hacer el mercado y metí cosas para los López. Cualquiera pensaría que quería ganar puntos con Carolina, pero la realidad era que me había sentido conmovido con esa familia y principalmente con la abuela. Aprovecharía ir a visitarlos lo que me daría otra excusa más, para invitar a Carolina y estar juntos. Ya tenía un plan para los dos.

Llegué a casa me bañé y cambié de ropa y fui a la clínica. Ingresé a cuidados neonatales para revisar a mis pequeños pacientes y se me ocurrió otra idea más.

***CAROLINA***

Al día siguiente de la ecografía, tuve la necesidad de contarle todo a Ana. Ya de por si había demorado para contarle de la inseminación con demasiado esfuerzo. Yo nunca tenía secretos para ella.

—¡Por Dios! ¡No puedo creer todo lo que me cuentas! ¿Inseminación?... ¿Cómo se te ocurrió?... ¿y ese doctorcito sexy, tendrá novia?...—Lluvia de preguntas.

Le conté todo con detalles, mas no pude contestarle si Abel tendría algún tipo de compromiso con alguien. No estaba segura, parecía que vivía sólo, pero eso no aseguraba nada.

Pasamos toda la tarde y parte de la noche hablando.

—¿Cuándo lo volverás a ver?

—Supongo que cuando tenga los resultados de los análisis. Por cierto, mañana deben entregarmelos.

—Bueno, tienes que ser directa y preguntarle si tiene novia.

—Ana, me conoces, no soy capaz. Además, aunque no tuviera no me quiero ilusionar. A lo mejor no soy su tipo y para que autoromperme el corazón haciéndome ilusiones.

—¿En serio? No seas estúpida —mi amiga y yo nos tratábamos así de "tierno"—, tú eres el puto tipo de todos. Lo que pasa es que tu tipo no es cualquiera. ¡Pero este doctorcito parece que sí!

Reímos a carcajadas.

En algo si tuvo toda la razón mi querida amiga, no era fácil que alguno fuera "mi tipo" y Abel, parecía, solo parecía, serlo. Aún no lo conocía a profundidad.

Me fui a mi casa e intencionalmente pasé por el edificio, con ilusión de verlo. Pero no.

Al día siguiente muy temprano, recibí la llamada del laboratorio avisando que ya estaban los resultados y que podía ir por ellos. Pasé antes de ir al trabajo y llamé a programar la cita más por ver a Abel, que por saber de mis resultados.

—Buenos días, consultorio del doctor Cardona, habla Mónica. ¿En qué puedo ayudarle? —me contestó la secretaria.

—Hola, soy Carolina Guerra la pacien...

—Sí, sé quien eres —me contestó hostil—, el doctor no puede atenderte en estos momentos.

—Es para programar una cita con los resultados de los análisis.

—¡Ah!... ¿Le parece, señora Carolina, si la llamo a penas tenga agenda?

—Pues, está bien y si...—¿me cortó?

Quedé estupefacta cuando me colgó y con la manera de contestar de Mónica, sin embargo hice caso omiso y supuse que había tenido un mal día. Lo que lamentaba era no saber cuando volvería a verlo.

Mi resto de mañana transcurrió normal y en la tarde fui a mi casa, necesitaba descansar. Miré los análisis, por lo que vi todo estaba dentro de lo normal, pero, ¿qué sabía yo de medicina?

Seguí la lectura que tenía pendiente y cociné la cena.

A eso de las 8:00 pm sonó mi celular, un número no tan conocido, pero que ya había llamado.

Era él. Preguntó por mis análisis y cuando supuse iba a despedirse le pedí que me contara de la capacitación. Quería seguir conversando con él.

Hablamos por horas de una nueva tecnología y nuevas técnicas médicas que mejorarían y garantizarían la salud tanto de la madre como de los bebés desde antes de nacer. Lo llené de preguntas, realmente me encantaban esos temas de conversación. Nunca está de más aprender y deseba escucharlo también.

Cuando reaccionamos era casi media noche.

—Descansa, Caro —se despidió.

«Caro, tan íntimo, tan familiar».

—Descansa, Abel. ¿Me sigues la cátedra mañana? —Quería tener la certeza que me llamaría al día siguiente.

—Solo si tú quieres.

—Me encantaría, si tú puedes y quieres —No quería tampoco que se sintiera obligado.

—Encantado. Entonces, ¿hasta mañana?

—Hasta mañana.

Por mi cabeza cruzaban muchas ideas. Estaba sintiéndo que su trato hacia mí, era muy especial, pero no quería ilusionarme.

Aquella noche volví a soñar con él.

Mi rutina del día siguiente erq diferente, era sabado y por ser fin de semana, no trabajaba. Limpié a profundidad la casa, incluyendo la azotea y luego en la tarde me dediqué a leer con la esperanza de que él llamara. Sino lo hacía, no lo haría yo, no por orgullo, si no porque quizás él no tendría ningún interés en llamarme y, ¿para qué molestarlo? Que me hubiera llamado la noche anterior, no daba a entender más que era atento con sus pacientes. Sin embargo, a eso de las 8:00 pm recibí su llamada nuevamente.

—¡Hola, Caro! ¿Cómo estás?

—¡Hola! Muy bien, ¿y tú? ¿Qué tal tu día y la capacitación hoy?

—Muy bien también, acabando de llegar. Estuvo bastante interesante.

—¡Genial cuéntame!

Otra vez, esa noche hablamos hasta tarde y se despidió con la promesa de llamar al día siguiente.

El domingo fui a hacer el mercado y pasé toda la mañana fuera de casa. Regresé y preparé el almuerzo e invité a Ana, Francisco y a mi pequeño sobrino, Emilio. Después de comer, vimos una película y se fueron a su casa cuando bajó el sol, ya que a Francisco le tocaba trabajar muy de mañana al día siguiente.

Iba a colocar otra película cuando sonó mi celular. Era Abel, llamando más temprano que los demás días. Había acabado la capacitación temprano y ya estaba en el hotel. El hecho que me llamara cuando regresaba al hotel, me daba enormes ilusiones. Nuestras conversaciones eran tan placenteras que empezaba a anhelarlas.

—Y, ¿qué tal hoy? ¿De qué trataba?...

—Cuidados neonatales, técnicas nuevas en los prematuros y mejoras en las nuevas encubadoras.

—¡Super! Debe ser hermoso tener el privilegio de recibir esas nuevas vidas al nacer.

—Realmente si, es la parte más emocionantes de mi profesión...

Los demás días de la semana no faltaron sus llamadas. Ya me estaba acostumbrando en demasía a hablar con él, y eso era algo que me atemorizaba.

El jueves, después de hablar por largo rato y antes de despedirse me dijo:

—Mañana estaré de regreso ¿Nos vemos en mi consultorio?

—Sí. ¿A qué horas?

—A las 4:30, no lleves la moto —dijo antes de colgar

«¿Qué?».

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