La sala de banquetes resonaba con una música muy suave.
Todos los ojos se dirigieron hacia la puerta.
Un hombre apuesto y muy sonriente avanzaba hacia el estrado.
—¡Bienvenido, señor Valentín! — anunció con respeto el maestro de ceremonias acompañado por la música.
El presidente Cornelio, junto con el embajador Severiano, saludaron y luego se dirigieron directo hacia Simón con paso pausado.
Todos se pusieron de pie, mirando con gran admiración a esta figura legendaria.
Xoana quedó atónita al instante, su rostro se ruborizó por un momento y su corazón latía con fuerza.
Era él.
El hombre que la había salvado a ella y a su padre, una figura casi divina.
El hombre por quien había estado pensando constantemente, sin tener apetito.
Quiso acercarse para saludarlo, pero parecía ser demasiado atrevida y su posición no lo permitía.
Sin embargo, en ese momento, Simón se giró hacia Xoana y le sonrió.
—Me está sonriendo, realmente me recuerda.
Xoana se sintió instantáneamente feliz, una emoción abr