—¿Te vas o no? — Los pasajeros detrás de Simón murmuraron insatisfechos al ver que no se movía.
Simón miró hacia atrás y luego bajó del avión con grandes zancadas.
El hombre detrás de él se sorprendió muchísimo por la mirada fría de Simón y después de un momento de desconcierto, maldijo: —Maldita sea, ¿a quién intentas asustar? La próxima vez que te vea, te golpearé hasta matarte. ¡Maldición!
Mientras tanto, Simón salió muy apresurado del aeropuerto y regresó directamente a Isla Lacustrina.
Después de revisar las heridas de Santiago y Thiago, y ver que no estaban en peligro de muerte, miró a la gente detrás de él.
Miguel, Lucía, Ivette, Rosalinda, Eleuterio, Lucas y otros tenían expresiones muy serias en sus rostros.
—¿Quién es ella? — Dijo Simón fríamente.
Ivette frunció el ceño con gran asombro y respondió: —Es Milagros, una de las ancianas de La Hermandad de la Unión. ¿Recuerdas cuando fuiste a la frontera para una misión de la Oficina Nacional de Investigación y Defensa de Poderes