Simón no esperaba que una simple frase improvisada provocara la incomodidad de este anciano, lo cual resultó un tanto embarazoso.
Afortunadamente, en ese momento Braulio se puso de pie y le dijo: —Perdón, señor Teodosio, este es un joven compañero mío, no sabe mucho al respecto, le ruego que no le tome en cuenta.
El anciano miró a Simón, refunfuñó fríamente y no dijo nada más.
En ese momento, Braulio le susurró a Simón: —Este es el señor Teodosio Romeo, discípulo directo del señor Eufrasio, también es uno de los distinguidos evaluadores de hierbas medicinales en Alcoria. No te metas en líos con él, o no me responsabilizaré.
—Está bien, — Simón encogió los hombros, algo resignado.
En ese instante, Liberio también le echó una mirada de reojo a Simón y luego dijo con tono ligero: —Bien, ahora comienza la primera ronda de subastas.
Enseguida, una bella mujer vestida con una larga falda llegó sosteniendo delicadamente una bandeja cubierta con un paño rojo y se colocó al lado de Liberio.