—¡Rugió!
La gigantesca serpiente volvió a escupir fuego, y Simón, reaccionando rápidamente, se alejó para esquivar el ataque. Sin embargo, parecía que la serpiente no estaba dispuesta a dejarlo ir tan fácil; su cuerpo se movía a gran velocidad, persiguiendo a Simón con crueldad.
Simón volaba en el aire, girando alrededor del pueblo, mientras la serpiente seguía un patrón similar, rodeando el pueblo de manera constante. Cuando estuvo cerca de alcanzar a Simón, la serpiente soltó otra ráfaga de grandes llamas, intentando quemarlo. Simón, por su parte, solo pudo seguir retrocediendo a toda velocidad.
Aunque Simón esquivaba de manera constante, las llamas se desplazaban con determinación, y en cuestión de segundos, ya habían quemado numerosos agujeros de diferentes tamaños en su ropa.
—¡Ruge!
La serpiente volvió a lanzar fuego, y Simón, apresurándose, retrocedió cada vez más. Se detuvo a unos cuantos metros más allá del final de las llamas, creyendo que había logrado evadir el ataque. Sin