No se podía saber con certeza si Ciriaco acabaría con todos ellos esta noche, pero eso no era algo imposible de imaginar. Pensando en todo esto, todos empezaron a ponerse nerviosos.
Simón observaba en detalle la espada voladora con una mezcla de sorpresa y asombro.
Ciriaco miró a Simón con fiereza y se echó a reír, diciendo: —¿Tienes miedo? Lástima que ya es demasiado tarde para eso. Atacar a la familia Aguirre ya te ha condenado por completo a la destrucción.
Los miembros de la familia Balderas miraban a Simón con temor. Si Simón se echaba atrás en ese momento, la familia Balderas estaría totalmente perdida. Desde su perspectiva, incluso Simón parecía estar asustado y se había quedado allí paralizado.
Pero, al cabo de un instante, Simón se limpió la comisura de la boca y sonrió muy tranquilo: —No esperaba esto. Es una sorpresa inesperada, gracias por venir.
—¿Qué estás diciendo? ¿Son esas tus últimas palabras? — dijo Ciriaco con arrogancia.
Simón respondió altivamente: —No te preocupe