Indalecio se acercó y le dio una palmadita en el hombro a su hijo. —Regresa a casa, tienes mucho que aprender. En este mundo, no puedes hacer lo que quieras solo con dinero. No puedo protegerte toda la vida.
Juvencio, con su hijo a cuestas, se dirigió directo hacia la salida, y Indalecio lo siguió a paso rápido.
En la habitación, solo quedó Dalmiro.
Estaba completamente desconcertado y enfadado.
No podía soportarlo nada más, su furia casi lo devorara.
...
A lo largo del mar, estaba lleno de poderosos guerreros, todos estirando el cuello y mirando curiosos hacia la oscuridad del mar.
Juvencio y los demás llegaron apresurados al muelle y se pararon en una esquina en silencio.
En ese momento, la figura de Simón volvió a aparecer en la superficie del mar, con las manos a la espalda, mirando absorto hacia el océano profundo.
Poco después, cincuenta y tres guerreros de nivel sagrado y siete de super nivel sagrado llegaron caminando sobre el agua, alineándose a unos cien metros de Simón.
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