Simón lo miró muy silencioso.
El desespero lo inundó al instante. Sin vacilar, Kenzo levantó con fuerza su arma hacia su propia cabeza y apretó ferozmente el gatillo.
Un estampido.
La cabeza de Kenzo estalló en ese momento en una lluvia de sangre y cayó al suelo inmóvil.
Simón refunfuñó con indiferencia, luego se subió a un vehículo militar y ordenó: —Quédense aquí en ese momento y esperen por mí.
El vehículo militar rugió mientras aceleraba y se alejaba rápidamente.
En ese preciso instante, Onofre llegó hasta la línea fronteriza. Hilario, Osvaldo y los miembros del grupo de la Iglesia del Sagrado Dragón de Fuego se mantuvieron en completo silencio a su lado.
La gente observaba con gran incredulidad la horrible escena de muerte de la Legión de Lagartos.
Onofre entrecerró los ojos y dijo con desprecio: —Mátenlos.
Los miembros del grupo de la Iglesia del Sagrado Dragón de Fuego irrumpieron en la caravana y acabaron en ese instante con los pocos que aún estaban enloquecidos.
Estos hombres