Esa noche, cuando Waylon la dejó en su casa, Lara necesitó sentarse a procesar mentalmente todos los eventos del día. Echó una ojeada rápida a su pequeño departamento y se preguntó dónde acomodaría tantas cosas.
Había demasiada ropa y su closet constaba de un sencillo armario en el que solo había un par de pantalones de mezclilla desteñidos, tres camisetas y algo de ropa desgastada para dormir.
Ahora tenía que hacer espacio para media tienda, porque a Waylon le parecía que no era suficiente cada vez que ella sugería dar un stop a las compras.
Inspiró profundo y se levantó para tomar un vaso de agua cuando el timbre la sobresaltó.
Se acercó a la puerta y al asomarse por la mirilla vio a un chico de entregas justo en su puerta.
— ¿Sí? ¿A quién busca? — Le preguntó abriendo a medias.
— A la señorita Lara Santa Cruz.
— Sí, soy yo.
— Esta entrega es para usted, ¿Dónde quiere que la ponga?
Lara le señaló la cocina y el joven hizo varios viajes entre la puerta y el comedor hasta entrar todas