10.

Seguí a Rafaello para ver donde sería mi fulana clase, pero no me llevó a ningún salón si no nuevamente fuimos al estacionamiento. ¿Era fuera de la mansión?  ¿Acaso era así de mala? Condujo por toda la ciudad, hasta detenerse en una especie de campo. Había botellas y carteles colgados en árboles, habló con un señor y me dejó ahí. Dijo que pasaría por mí al acabar la clase y yo solo asentí. No podía hacer mayor cosa.

—¿Tú nombre?—preguntó el caucásico hombre que imaginó será mi profesor.

—Bloom Jonhson—me presenté—, ¿Quién es usted?

—Julio, señorita. Le enseñaré a disparar y defensa personal, tiene que aprender a defenderse.—respondió y asentí—, ¿Con que le gustaría empe

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