V

En el estudio, Lucyan seguía en el balcón viendo al cielo, perdido en la oscuridad con la mirada vacía, detrás de él escuchó que se abría la puerta y de inmediato la voz de Sophie.

—¡¿De verdad no piensas hacer nada?! —gruñó entrando, dirigiéndose hasta donde él estaba, quedó a unos pasos detrás de él. Lucyan estaba allí sin responder, aún recargado en el balcón dándole la espalda—. Vamos dime, ¿acaso no piensas hacer nada?

—Ya no hay nada que hacer... —murmuró con la voz sombría y pesada.

Arrastraba las palabras mientras el viento soplaba directo sobre él haciéndolo sentir el frío.

—Pero ¿cómo puedes decir eso?, ¿es que en serio piensas solo sentarte a ver?, ¿quedarte cruzado de brazos solo observando...?

—El doctor ha dicho que lo más humanitario es que viva en paz sus últimos momentos, eso es lo que ella quiere... —Sophie sintió como le hervía la sangre y se comenzaban a impregnar sus ojos de lágrimas.

—¡¿Solo la vas a dejar así?! ¡¿La dejarás que se vaya y dejarla morir?! Eres su esposo, ¿qué no deberías hacer todo lo posible para salvarla? —Lucyan guardó absoluto silencio y pareció encogerse un poco bajando la mirada—. ¿Es que no sientes nada por ella? —Lucyan se hallaba incapaz de decir nada agachando la cabeza.

»Eres un ser horrible, no sé cómo mi hermana puede amar a un monstruo como tú. —Sophie se había comenzado a morder el labio para no llorar—. Deberías ser tú y no ella quien esté en ésa situación. —La voz de Sophie era dolida cuando dijo lo último antes de marcharse dejando a Lucyan allí, él se hallaba mirando hacia abajo.

—Qué más quisiera... Que fuera así —murmuró y una lágrima calló a su puño resbalando sobre él hasta terminar en los nudillos, se deslizó sobre varios raspones que aun sangraban. Detrás de él se podía ver en la pared junto a la puerta del balcón, que había una mancha de color rojo por pequeñas gotas de sangre formando la silueta de el puño de Lucyan.

Pronto comenzó a llover y permaneció allí inmóvil mientras las gotas resbalan sobre él. Sophie se había encerrado en su auto tan pronto como llegó a el, una vez adentro comenzó a llorar de dolor y rabia al sentirse impotente de hacer algo que pueda ayudar a su hermana.

Ella estuvo allí sollozando por media hora hasta que recibió una llamada, estaba a punto de colgarla, pero decidió contestar.

—Diga... —respondió y escuchó una voz femenina al otro lado.

—Sophie, habla Doria, ¿dónde estás?, todos están preguntando por ti, te fuiste del estudio sin avisar a nadie, ¿te pasó algo?

—No... Yo. —Trató de hablar de forma calmada—. He tenido una emergencia y debí salir, no tuve tiempo de avisar. —Se mordió el labio al recordar que tras la grabación al momento de pleno descanso cuando recibió esa llamada de Rose sin pensarlo dos veces fue a atender la urgencia.

—Sería bueno que volvieras pronto. Algunos no están muy complacidos por la forma en que te fuiste. —Sophie sintió una punzada de enojo, pero contuvo su opinión—. ¿Qué emergencia has tenido?

—Yo, lo siento, pero no quiero hablar de eso ahora... Solo necesito un poco de tiempo. Iré pronto, pero ahora quiero estar sola. —Colgó antes de que su amiga respondiera, secando sus lágrimas salió del auto y volvió a ir a ver a su hermana antes de marcharse.

En el estudio, cuando entró por la puerta voltearon para mirarla, eran cerca de las ocho de la noche para cuando volvió, el hombre que se hallaba frente a la consola tenía la mirada severa. Le importaba un colmo si estaban molestos o no.

—He estado esperándote dos horas —masculló el sonidista mirando el reloj de su muñeca—, te has tardado más tiempo del que contábamos por hoy.

Sophie sintió una punza de furia que le escalaba por las vértebras, pero decidió contener su humor. Con lo sensible que estaba en ese momento, podría mandarlos al diablo en dos respiros.

—Sí, lo siento, he tenido algunos asuntos con mi hermana... —susurró bajando la mirada—, puedo compensar el tiempo perdido, me haré cargo de lo que dejé a la mitad antes de irme.

—Hoy no —respondió girándose en su silla para levantarse y tomar sus cosas—, dejemos esto para mañana. —Miraba la hora en su reloj. Sophie lo miró descolocada, para nada había vuelto tan a prisa y dejó a su hermana.

—Creo que tiene razón, lo mejor es dejarlo aquí por hoy —le habló Lana acercándose con un café en la mano.

—Está bien, lamento los problemas. —Se disculpó aceptando el café.

—No te disculpes, es solo un retraso lo arreglaremos mañana —comentó Dante de un modo más despreocupado que con el que le respondió el hombre anterior, luego tomó su abrigo de su silla y salió colocándose un gorro cubriendo sus rastas.

—Creo que lo mejor es que vayas a casa y descanses, relaja la voz y vuelve temprano mañana —añadió Lana.

Agotada por las horas que había pasado en el estudio y después de lo ocurrido con su hermana sentía que le pesaban los ojos, regresó a su departamento.

Tratando de contener sus sentimientos ignoró cómo se sentía y se quedó sentada en el sillón de su sala, allí terminó cabeceando hasta que fue a dormirse a su cuarto.

El sonido de su teléfono en la madrugada le arrancaba el sueño haciéndola abrir los ojos confundida con la realidad. No duró mucho el intento de despertar cuando se cerraron por cuenta propia y volvió a dormir unos minutos hasta que volvió a sonar y la despertó.

Se sentía entumecida, cada parte del cuerpo le dolía un poco, acercando su mano, tomó el teléfono de la cómoda para contestar. Con voz somnolienta y entre un bostezo habló.

— Sí, diga... ¿Quién habla? Son las cuatro de la mañana. —Sus ojos aún pesados por el sueño se cerraban brevemente con cada parpadeo. Mientras escucha lo que le decían por el teléfono su expresión cambió al instante. Abrió sus ojos de par en par y se repuso en la cama.

—¡¿Cómo?! —Su voz estaba agitada, sus ojos perplejos miraban a la nada—. Voy para allá —contestó colgando la llamada y saliendo a toda prisa por sus pantalones, vistiéndose para salir apresurada del departamento sin detenerse a ver si se olvidaba de algo, solo tomó sus llaves y salió a toda prisa de allí.

Afuera estaba lloviendo a cántaros y hacia mucho frío. Se fue lo más rápido que podía en el auto hecha un nudo de preocupaciones, en menos de media hora había llegado al hospital y corrió adentro.

—¡Haley!, ¡maldita sea! —Estaba desesperada cuando entró y fue hasta la enfermera de la recepción—. Disculpe estoy buscando a una paciente, la trajeron aquí hace poco.

—¿Podría darme su nombre? —preguntó la enfermera, buscando en el registro.

—Búsquela por su nombre de casada, es Haley Novak... Deprisa por favor —suplicó nerviosa.

En el quirófano, Lucyan estaba en silencio mirando cómo la pantalla frente a él mostraba una linea fija, estaba en shock, sus ojos pasaron a una oscuridad absoluta y su cara perdió el color, los doctores junto a la camilla seguían intentando reanimar a su esposa cuando uno de ellos habló.

—¿Qué hacen? Sáquenlo enseguida. —Los enfermeros obedecieron y sacaron a Lucyan de allí, desde afuera él solo podía mirar a la linea estática e inmóvil que le dice que ya no hay pulso.

Momentos después ya no oye a los doctores hablando, solo escucha silencio interrumpido por un único y tendido beep que permanecía como zumbido en sus oídos.

Caminando hacia afuera uno de los doctores llegó hasta estar frente a Lucyan, en sus ojos se asomaba una sombra de remordimiento.

—Lamento decirle... Que su esposa ha muerto —le dijo el doctor con voz grave dejando a Lucyan helado, estaba en shock y todo por dentro de él se hizo pedazos. Detrás de él se escuchó el ahogo de alguien más.

Sophie, que se hallaba a solo unos pasos detrás de Lucyan, escuchó al doctor decir que Haley había muerto. Estaba pasmada quedando desconectada de todo lo que había alrededor.

—No... Haley... —Pasó caminando a un lado del doctor y de Lucyan, veía todo en cámara lenta, al entrar vio como los enfermeros estaban parados junto a la camilla con cara de derrotados, ella se sentía invisible.

Veía a la pantalla que se hallaba con los signos en cero, miró a su hermana allí en la camilla como si solo estuviera dormida, allí tan pacífica y perfecta.

Ver a su hermana postrada en esa cama sin pulso fue un golpe doloroso, fue como si hubiera una explosión en su pecho y estallara en lágrimas dejando ir un grito que le despedazaría la garganta más de lo que rompía su corazón, ver allí tendida irse ante sus ojos una de las personas que más amaba, estalló en lágrimas gritando hasta quedar afónica.

—No pude... llegar a tiempo —murmuró entre llantos tratando de contener los espasmos. Se giró y vio a Lucyan que iba por el pasillo hacia la salida. Iba alejándose de espaldas a ella, se secó las lágrimas cuando comenzó a seguirlo y con prisa a pie firme fue tras él hasta que salió a la calle debajo de la lluvia.

Cuando lo alcanzó le dio un empujón en la espalda haciendo que se pare y dé media vuelta para mirarla, ambos estaban empapados por la lluvia, la ropa de Lucyan tenía manchas de suciedad, Sophie se hallaba al borde de las lágrimas otra vez.

—¿Por qué?... —susurró Sophie—, ¿por qué?... ¿Por qué a ella?... —Lucyan se hallaba en total silencio—. Tú nunca supiste amarla, nunca fuiste capaz de ver que ella te amaba a pesar de ser el pésimo ser humano que eres.

Lucyan le esquivó la mirada a Sophie echando su atención al suelo, apretaba sus puños frunciendo el ceño con amargura en su semblante, sus ojos se humedecían con ardor. A pesar de lo enojado y destrozado que estaba evitaba responder de manera hostil hacia ella como de costumbre.

—Aún cuando veía la horrible persona que eres, ¡ella te amaba! Sin importarle nada eso ella te amó más de lo que te mereces. —Él subió la mirada encontrando los ojos de ella, Sophie pudo ver que la expresión de Lucyan reflejaba dolor, estaba sucio y completamente mojado.

—No hay nada que pueda hacerla volver —decía con la voz deprimida, era como si hubiera apagado sus emociones y se fuera la vida de sus ojos.

—Mi hermana, murió... Y tú... —gimoteaba Sophie antes de comenzar a llorar—, ¿que acaso no la amabas?… —Él sintió un puñal en el pecho rozando su corazón y trató de arrancarse ese dolor permitiéndose caer vencido por la amargura.

—¿Eso qué importancia tiene ahora? —murmuró Lucyan frunciendo el ceño—, ninguna, absolutamente ningún importancia tiene eso ya… —Su voz fue vacía sin un rastro de humanidad en ella.

El sonido de una bofetada interrumpe el del goteo de la lluvia momentáneamente, todo estaba en silencio cuando se escucharon los relámpagos que hacen eco en el aire, Sophie se hallaba molesta mientras que Lucyan estaba con el rostro a un costado y una marca de la mano de Sophie en su mejilla.

—Eres un infeliz... —Sophie tenía los ojos nublados—. Esto lo causaste por quedarte de brazos cruzados y no haber hecho nada. Desde que entraste a su vida no has sido más que un problema para ella. —Se forzaba a aguantar la voz sin gimotear.

»Te la llevaste lejos y ahora ella se ha ido y nunca la volveré a ver, tú… ¡Me quitaste a mi hermana! —Sophie lloraba mientras desahogaba el dolor que acumuló todos esos años—. ¡Todo esto es tu culpa!

Ella ya no podía contener las lágrimas dejándolas salir y caer junto con la lluvia que resbalaba por sus mejillas. Lucyan agachó la cabeza escuchando a Sophie sollozar.

—Lo lamento... —murmuró con la voz ronca y ahogada, tenía los ojos vidriosos sintiendo como la lluvia resbalaba por sus brazos y llegaba a los heridos nudillos, le pesaban los párpados.

Sophie trataba de evitar un sollozo cuando lo vio irse dándole la espalda, dejándola allí llorando en la lluvia, ella apretó su labio con los dientes y comenzó a llorar nuevamente.

Se llevó las manos al rostro para cubrirse mientras caen más y más lágrimas sin detenerse acompañando el lamento doloroso de Sophie quien se había dejado caer de rodillas al pavimento.

Minutos más tarde Lucyan había llegado hasta un árbol solitario donde se quedó recostando la espalda, se quedó allí sin moverse en el frío sufriendo en silencio. Dio una mirada a su anillo e imaginó a Haley todavía llamándolo, su voz se había quedado impregnada en su memoria.

"Lucyan..."

Resonó la voz en su recuerdo, levantó la mirada al cielo mientras llovía cuando se sintió agobiado por el dolor saliendo más allá del cobijo del árbol.

—¿Qué mas quieres de mi?... —susurró viendo a las nubes—, ya te has llevado todo lo que tenía, ¿qué otra cosa más puedes querer quitarme para ser feliz mientras me hundo en la agonía? —Pensaba que si dios existía, de alguna forma lo odiaba.

»¿Qué más es lo que quieres para seguir haciéndome sufrir y verme humillado?, ¿qué demonios es lo que quieres? —Sintió como se le cortaba la voz y había un nudo en su garganta.

—¡Era todo lo que quería! —gruñó con furia—, ¡ella era todo lo que yo amaba!... Y aun así me la quitaste, ¿por qué?, ¿cuánto más tienes que verme sufrir para quedar satisfecho?

***

Esa misma tarde sería llevado a cabo el funeral de Haley, Sophie sentía que el mundo le caía encima, todo en el día fue algo automático para ella sin expresión alguna de su semblante, estaba rota, tan incapaz de articular algún pensamiento completo que la sacara del trance.

—¿Se siente bien señorita? —le habló Rose al verla callada, con la mirada ausente en la nada mientras estaba parada en el frente de la propiedad con las manos apoyadas en la cerca contemplando el lugar donde había estado conversando con su hermana días atrás.

Sophie apenas volteó a verla tras suspirar, Rose la miró por un segundo hasta que ella contestó.

—No es nada… —susurró con la voz distante—, estoy pensando…

El vestido negro que llevaba le daba hasta las rodillas y las mangas se ceñían al brazo desde poco más allá del hombro hasta sus muñecas terminando por cubrir sus manos con guantes con aberturas para los dedos.

—Si necesita algo no dude en avisar —le dijo dándose la vuelta para irse.

—Lo tendré en cuenta… —Sophie volvió a mirar una vez más a la casa, habían colocado cortinas negras en cada ventana, en un lado de la casa estaba puesto un toldo color blanco para los dolientes que se hallaban sentados afuera en hileras de sillas plegables.

Por donde se hallaban estaba abierta de par en par una amplia puerta doble que daba al interior de la casa en donde se hallaba el ataúd con su hermana en él. Pensar en eso le hizo abrir un hueco de vacío en el pecho.

—¿Cuánto tiempo más piensas seguir allí? —refunfuñó una voz a un costado, conocía esa voz familiar y molesta. Al ver a la dueña de dicha voz también se percató de la persona que acompañaba a la dueña de esa voz, quedó pasmada al ver allí a esa persona.

—¿Mamá? —murmuró incrédula, sabía que vendría pero no que ya había llegado. Su madre estaba allí con el semblante igual de distante y a la vez contrariada por un centenar de emociones en ese momento, incapaz de articular sus ideas.

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